domingo, 13 de junio de 2010

Cuatro años




Así es la vida, cuando decidìs dar un paso al costado te llena de propuestas como buen operador de retenciones. Encuentros fortuitos, llamadas extrañas, mensajes de texto de “paso por una pizzerìa y voy para allá”. Me parece que no, decís, y tu madre aparece con dos entradas para Calamaro en el Gran Rex absolutamente gratis.


Hace ocho años íbamos caminando con Boris y Andrés Rico por Avenida de Mayo en Villa Adelina. Boris decía que había que hacer todo. Andrés estaba sorprendido del pedazo de genio que yo le había presentado. Boris decía: "¿si te morís en una semana qué hacés?"Ricco contestó todo. Y Boris le explicó que cuarenta años en esta nada que nos rodea es lo mismo que esos siete días. Eso recordé cuando veo a Spinetta tocando con Cerati en su concierto de Bandas Eternas: hay que pensar la vida desde la muerte. Desde la muerte está justificado eso. Desde la muerte. Ahí nomás.

Hace cuatro años mi perra Nunca no miraba el televisor, como no lo mira ahora. En su conciencia de canino hambriento no hay mundial que valga, un televisor es un pedazo de nada colgado. Cuatro años han pasado y el canino me sigue pidiendo comida con ojitos de ilusión. Acaricio a Nunca y pienso “otra vez Mundial”. Pienso en Maradona y en los dioses pecadores. Ronnie Arias diciendo que Fernando Peña era un Dios pecador, que cometía pecados por todos los demás. Maradona desnudo en el obelisco, Bilardo sodomizado por Martín Palermo; si los budistas tuvieran esa Nada que se llama Razón (que es la búsqueda de la fe), ya sé por qué elegí este país y esta gente.

La última vez que ví a Calamaro fue ese Regreso en el Luna Park, cuando caminó sobre el agua uno pensando que había muerto. Abril del 2005. Quizás el mejor recital de mi vida (en la lista Charly cumpliendo 49, como cinco horas de temas a pedidos y todos los muertos de hoy ahí arriba; y Spinetta la primera hora). Era como una resurrección y una muerte. Hermoso. En este momento tengo puesta la remera de Rusia que usé esa noche y que perdió la forma en el pogo, en la valla. Se une a Nunca, que está igual y bajo los mismos impulsos. Yo, el Mundial pasado, Calamaro. Cambiaron las cosas, pienso. Maradona usa traje y es un capocómico cuando erran los goles. Jugar con Messi es jugar con Neo.



Además, estoy en frecuencia Calamaro por la excelente nota que le hizo Pettinato en La Mano. Andrés tiene una lucidez a prueba de balas, escribe bien, es un enfermo de internet, deja mensajes como anónimo en blogs, tiene twitter, blog, es amigo de todos. Digamos que del Solista Granja Tour que estamos haciendo con Aven, después de Zombie García y Eterno Spinetto, el Salmón es el único que nos caería bien de amigo, con el que podríamos intercambiar toques dialécticos en el culo de la intrascendencia.

Calamaro, decíamos. Entonces, bueno, que haya una previa; Aven justo está cerca, a quince cuadras, se viene y empezamos una escalada poco notable. Le puse el video de Calamaro aprobando masacres a toros, el video de Calamaro haciendose el español y respondiendo con evasivas tema mundial, Aven me dice “no nos conviene verlo así”, bajan las ganas de ir. Sigue el random con videos de Alvarez y Borges, Minguito y Maradona (“pegamos una buena década”, le digo sobre los videos) y para cuando llegamos a la infaltable parte de Ricardo Iorio ya el espíritu mundialista está en alto y salimos con rumbo al tren que sale 20.03 hs.(Aven me dice que el próximo que tenemos que ir a ver es a Iorio.)

El viaje en tren, un auricular cada uno y yo pasando temas, el único que se repite es I need you de The Kinks, mi nueva obsesión; Aven lo desprecia. Luego llegamos a Retiro, siento un insólito y muy estúpido deseo de burguesear esas apenas diez cuadras que nos separan del Luna Park (afuera en este momento un extraño hombre pasa cantando con voz de cantor “con ganas de amar”). Subimos al taxi y comenzamos con nuestra rutina de preguntas (en otra época recuerdo al hippie decirme, entrando a un taxi, “hacele la pregunta de Arjona”); le pregunto cuándo comenzó el turno. “Hace tres años”, me dice, con voz de cansado. “Lo que hace la cocaína…”, le respondo. Se ríe y bromea un “estoy nervioso”. Después se revela como un antiPRO de principio a fin, comentamos el episodio del casco y nos recomienda el film Saco y Vanzetti. Nos reímos un poco y llegamos al Luna Park, el taxista frena y sigue hablando, un policía le hace señas de que se vaya, el taxista lo manda a tomar por culo y sigue hablando. Pagamos y quiere seguir, como última frase nos tira un “paren, che, ¿escucharon Gogol Bordello?”. Con Aven nos reímos porque habíamos vuelto a ese video de fiesta pocas horas antes. “Start wearing purple”, le digo. Y se pone a cantar “staaart weeaariiin paaaarpel weeaariiin paaaarpel laralaralá”. Cantamos todos y nos vamos con el dolor dulce de la despedida (“sos el único taxista que no es de ultraderecha”, es mi cálida frase de despedida; quedamos en encontrarnos en el Pepsi Music cuando vuelva Gogol Bordello). Aven termina la botella de whiscola improvisada y yo un speed caliente y nos preparamos para entrar, nuestra puerta está al lado de otra, frena una combi y baja Julieta Cardinali, átomos puestos al servicio de la armonía. A mí esas cosas me duelen, soy bastante sensible a la belleza (horas más tarde tuve que rogarle a Aven que saque a Scarlett de Matchpoint del televisor), ella se va raudamente y baja Andrés Calamaro con un tapado de piel bastante ridículo. Tengo necesidad de anécdota, bastante estúpido impulso, me parece que ese momento es el summun de twitter, le grito “hoy SI te vamos a alentar”, aludiendo a algún momento de polémica, no lo escucha porque en dos microsegundos ya está adentro, momento medio patético; “entremos”, le digo a Aven mientras nos reímos de la extraña frase pronunciada por el imbécil. Ya dentro prevengo a gente en la escalera “miren que está con un tapado de zorrino, eh, esperemos lo peor para esta noche”. La gente se ríe por diversos motivos. Nos sentamos, estamos en la cabecera D (en ese mismo lugar nos quisieron robar en un recital de Divididos hace diez años). Público femenino en el estadio, siempre el público drogota cool de Calamaro pero en esta ocasión muchísimo muchísimo menos. Es un show caro de un artista mainstream pop, pongamos.Como detalle.


Hablamos con Aven, a mi lado está sentado una suerte de Marcelo Panozzo más flaco y a nuestro alrededor todas mujeres. Vienen hombres de seguridad corriendo y se llevan a una chica en estado de total palidez, después vemos que su piso está vomitado. La gente de nuestro sector evalúa secretamente (menos una gorda que lo propone en voz alta y con carcajada) ocupar su lugar por la mejoría visual. Pero no. Estarán vacíos, esos dos asientos, el resto de la velada.
Se llena el estadio, yo considero útil ir al baño antes del recital. Me levanto y tengo que caminar por la fila llena de gente, con la mala suerte de que un cordón se enredó con el otro y tengo que hacer pasitos de Charlie Chaplin, y tardo mucho, la gente se fastidia por mi impericia al caminar haciendo dos pasos con cada pierna y con el riesgo de que esa persona enorme pierda el equilibrio. Logro salir airoso (por Aira) de la situación y llego al baño de hombres: Un roquero me dice “hay chicas adentro”, previniendome que no entre. Pienso que son segundos, alguna estará mal, también pienso que es el baño de hombres, que se jodan, a tomar por culo, yo entro igual. Pienso los gritos de estas chetas si yo entro en el baño de mujeres, la policía… Pero bueno, esperemos. Se forma una fila de hombres, crece el espíritu cavernario. Una chica llega. Este roquero pelotudo le dice que entre. “Allá está el baño de mujeres” le indico. “Está lleno”, me dice esta cheta… ¿Por eso están acá?, le pregunto al rockero cuarentón de mierda. Suficiente, los hombres de la cola ya son más de diez, hay molestia en el aire. “Ël ya me dijo que entre”, dice la cheta y entra al baño. Pasa el tiempo, se llena de gente. Sale dos chicas. ¿Cuántas quedan adentro?, le pregunto. Dos, me dice. “Bueno, entramos en cinco segundos”, grito. No, no, dicen las pelotudas que deben estar tomando merca. “Cinco segundos”, grito, “basta de pollerudos: entramos”. La gente apoya. “Cuatro”. No, no, gritan. “Tres”. “Dos”. Una sale, la otra está en un baño. “UNO: A tomar por culo”, grito. Entro al baño. Una está encerrada en un baño individual, yo entro al otro individual y los caballeros esperan a que se vaya para ir a los mingitorios. La revolución ha tenido lugar y volvimos a tener nuestro noble baño; afuera una decena de hombres festeja poder ingresar. Imagino la situación inversa, osar pedirle a una mina entrar en su baño cuando hay cola: todos nosotros sabemos lo que sucedería.



Salgo y ya está. Falta poco para el show. Hacemos llamadas para organizar el post Salmón; se apagan las luces y sale Andrés. “Los divinos” es el magro primer tema… mediocre comienzo, hit de manual y suena muy muy mal. Dura poco. Después arranca “Jumping Jack Flash”. Apoteósico, majestático, perfecto, sublime. Gran versión, gran banda, excelente canción. Alegría y festival. “El Salmón” después, perfecto. “Mi rock perdido”, hallazgo, luego. Yo le digo a Aven que Sepe ponía este tema todo el tiempo, dos mundiales atrás. Sigue Salmón.

Con Aven fantaseamos que ingresen toros por las puertas al campo y las populares del Luna Park, y que sea, como le gusta a Calamaro “una fiesta de la muerte”. Dos toros entrando al campo, una masacre sin igual, es algo hermoso para nuestro cantante. Nos reímos. Yo imagino el toro entrando en nuestra popular. Llega corriendo desde arriba e inevitablemente resbala y baja rodando aplastando gente. Un toro también en el escenario, carneando a Calamaro y a Candy Caramelo, ellos dos “mirando a los ojos a la eternidad”, qué hermoso. Los temas siguen y no puedo dejar de imaginarme en esas entradas un noble toro ingresando presto a la masacre, pedido por nuestro cantante tan parecido ahora a John Travolta. “Toros si”, que sea el grito de guerra.



Siguen los temas, muy bien tocados y cortos, terminan muy rápido, le digo a Aven que hacen dos estrofas, dos estribillos y lo unen a otro y punto. Aven me dice que Calamaro tiene un rating minuto a minuto del deseo del público y por eso algunos temas los termina antes. Nos manda mensajes Malcolm, lo llamo para que escuche los mejores temas. “El mejor músico de mi generación”, dice Andrés de Cerati. Aven propone el featuring ceratiano. Imaginamos que Andrés llama al Zombie García y a Cerati en camilla para festejarse como el solista actual más pulenta. Es más o menos lo que hizo el mismo Calamaro cuando pronosticó la muerte de Say No More en Pop Life y después borró el comentario.




Una mujer adelante nuestro se da vuelta para mirarnos mal. Aven me dirá que estuvo petardista. Cuando hay canción me pongo lindo y cuando hay hit espero que termine. El público ama “Mi enfermedad”; yo casi lloro cuando cerró el recital con “Bridge over trouble waters”. Calamaro, al contrario de lo que dijo con Buenafuente, habla en argentino y manifiesta final Argentina – México. Pienso en España, cuyos ídolos son Messi y Calamaro. Pienso en España, en sus aeropuertos de torturas a los inmigrantes, en su inquisición, en su colonización, en que le robaron todo el oro a Bolivia. No son ellos pero son ellos, como yo soy Videla y de palo no pego el dìa del Hijo de Puta, nuestro olvido es la sangre del mundo, nuestros genes viven haciendose los boludos.

Quiero que gane Argentina porque quiero que pierda España, quiero que gane Maradona para que pierda Passman, quiero que un toro le dé por culo a un sádico hijo de puta que lo droga y se hace el valiente armado hasta los dientes. Me interesa el error, el despropósito, el efecto insólito y no el la norma que encierra todo eso y que nos engaña. Calamaro saluda y brinda con Tèquila con Candy Caramelo. Canta “volver” de una manera nefasta. Después te mete un hit. Dos hits. Tres.

¿Tendremos otros cinco trabajos entremundiales? ¿Alguno será decente? Quizás esta fiesta ya pasó, firma de hielo. La costilla que toma otras formas puede ser un puede ser. Que sirve de abismo ahora que ya terminó la frase.

El fin de la noche, la gota de hielo, la pose la nada la guerra la perra la entrada la noche la gota la nada la pose la farsa, el inmenso patetismo de uno mismo libre, el inmenso patetismo de uno mismo libre, el inmenso y efímero patetismo de uno mismo libre. Y la constancia de nuestros ídolos que no se santifican y la caída de los recuperados.

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