miércoles, 28 de enero de 2009

Consumo cuidado

Todo comenzó intentando recordar la dieta diaria de Jean Paul Sartre mientras escribía Crítica de la Razón Dialéctica. Estaba en un capítulo de un libro de biografías filosóficas recopiladas por Tomás Abraham y era algo así como: 1 botella de litro de whisky y/o cerveza, 2 anfetaminas al mediodía para despertarse, 1 litro de café, tocino para desayunar, 2 somníferos por la noche… era eso pero multiplicado por dos como para empezar a hablar y además las drogas que estarán en el secreto a voces como la cocaína, marihuana y demás demases.Pensar entonces consumo como A vs. B o como A › B o como A ‹ B. O como A = B.
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Leer un escritor para entrar en su onda y la perdición del Ulysses y Chiche Gelblum revisando la basura para conocer al consumidor y los profesantes de la urinoterapia y el pibe que usa la remera de Led Zeppelin y el que pega treinta de milonga en el bajo Boulogne. Todos ellos lo saben (y quizás los antropólogos que estudian el consumo –qué más estudiar desde el Muro cayendo…): No somos lo que consumimos sino que A. queremos ser lo que consumimos; B. queremos consumir lo que somos. Una cosa o la otra y son las dos cosas. Superarse en el consumo o consumirse con él. ¿Te abrió la conciencia la droga? Y ahora estás juntando las monedas. Lo mismo con el lenguaje. Lo mismo con el sexo. Lo mismo con todo.
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O como dice el tema de Hermética que escuchaba hoy: “el placer también demacra”. O sea, consume. O sea, vive por sí mismo como entidad monada nómade.
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El tiempo nos consume y Cortazar la hizo bien:

Cuando las sombras del marco de la ventana se proyectó sobre las cortinas, eran entre las siete y las ocho en punto y entonces me volví a encontrar a compás, escuchando el reloj. Era el del Abuelo y cuando Padre me lo dio dijo, Quentin te entrego el mausoleo de toda esperanza y deseo; casi resulta intolerablemente apropiado que lo utilices para alcanzar el reducto absurdum de toda experiencia humana adaptándolo a tus necesidades del mismo modo que se adaptó a las suyas o a las de su padre. Te lo entrego no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles

(William Faulkner, El sonido y la furia, Ed. Planeta DeAgostina, S.A., 2003 (EEUU, 1929), pág. 87)
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Consumo también como aprehensión de algo haciéndolo otra cosa (la verdadera traducción, del 2 al 1). Por ejemplo Bjork que hace el “you only live twice” de Nancy Sinatra de una manera anti-Goyeneche, esto es, no ya cambiando el tono, cantando menos, siguiendo el ritmo, sino cantando más, subiendo más y haciendo que la música se rinda a su capricho vocal. Imagino el dúo Bjork – Goyeneche como una guerra de aliados entre Islandia y Polonia, en confrontación con la Nada.
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Qué consume usted, interroga con una sonrisa la encuestita de aquí a la derecha. Moderación es la respuesta y ¡me acordé!: Pergolini pregunta “pero con Sumo ustedes tocaban a las cuatro de la mañana” (esas preguntas…) y Ricardo Mollo le responde “pero eso era consumo”, hablando en negritas y cursivas, frenando la saliva para poner el puntito y escuchar las risas.
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Yo puedo ser un gran consumidor y un gran consumidor cata devora absorbe reprende repele. De todo. Mirar mirar mirar y un espejo, a la parte más absurda y de ahí, tres segundos más tarde, a otra cosa, nunca nada nunca (un estado de alienación constante porque el consumo, como tantas cosas, va por dentro). Porque consumir no es profundizar sino aprehender torpemente y sin hache. Saciarse de deseos pero no de saciedad. Tirarse de un decimoquinto piso para saber qué es la gravedad (y cuando te querés dar cuenta tenés la dieta de Sartre y estás en la estación de Boulogne yendo al otro lado y la curiosidad se convierte en hábito y vos querés saber –siempre querés saber– a qué sabe incluso el hábito o la rutinaria destrucción temporal).
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Y todo esto porque le estoy dando al volumen de 3 del Tiempo Perdido de Marcel Proust (612 páginas de lento placer y también de ganas de matar al puto, por sutil e incisivo pero también por sutil e incisivo).
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Cito lo que leí hoy, en el cual habla de la belleza (“una fiesta cuya intención es la generosidad” dijo Borges) como consumo:
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La impresión que nos causa una persona y una obra (o una interpretación muy caracterizada es particular. Hemos llevado con nosotros las ideas de “belleza”, “estilo elevado”, “patetismo”, que podríamos, si acaso, abrigar la ilusión de reconocer en la trivialidad de un talento, de un rostro, correctos, pero nuestra inteligencia atenta tiene ante sí la insistencia de una forma, de cuyo equivalente intelectual carece, cuya incógnita debe despejar. Oye un sonido agudo, una entonación extrañamente interrogativa. Se pregunta: “¿Es hermoso? ¿Es admiración lo que siento? ¿Es eso la riqueza del colorido, la nobleza , la fuerza?” Y lo que de nuevo le responde es una voz aguda, un tono curiosamente inquisitivo, la impresión despótica causada por una persona a la que no conocemos, totalmente material, y en la que no se deja espacio vacío alguno para la “amplitud de la interpretación”. Por eso, las obras en verdad hermosas, si las escuchamos sinceramente, son las que más deben decepcionarnos, porque, en el repertorio de nuestras ideas, ninguna hay que corresponda a una impresión individual.

(Marcel Proust, La parte de Guermantes, Ed. DeBolsillo!, Buenos Aires, 2008, pág. 51 –original de Francia 1921; negritas mías.)
Pienso en el acto sexual como de posesión y, mejor, en la masturbación hiperconectada como McDonalds del deseo erótico, adquirido adquirido adquirido, más tetas más culo más pija, más grande más ancho más gorda, más negra más tiempo más dura, más gente más entes más hoy. No sé lo que quiero pero lo quiero ya.
Estuve con Kurt Cobain dos días antes de su muerte, porque estábamos de gira con ellos. De hecho, todavía le debo dos gramos de cocaína...
–¡¿Cómo?!
–Me metí en el micro de gira de ellos y pregunté dónde estaba la cocaína. Me dieron los dos gramos que tenían y empecé a armar rayas. Me tomé una. Le ofrecí a Dave Grohl, me dijo que no. Ok, me tomé otra. Le ofrecí a Pat Smear, no quiso, me tomé otra. Krist Novoselic, no, otra para mí. Los plomos tampoco... ¡Me tomé todo yo! Entonces llegó Kurt preguntando por la merca... “¡Mierda, Kurt, me la tomé toda! Voy a conseguirte más cuando lleguemos a Londres.” Pero, lamentablemente, él nunca llegó.
(Steve Diggle, guitarrista y cantante de los Buzzcocks, en Página12, 5-07-2007)
Consumo como editorial burgués ante la vista gorda propia y ajena, que permite la convivencia. Falta poco, repiten los parlantes. Falta poco. Se viste se compra se vende se aburre: todo tiene un fin remoto y sincero. (Nada más sincero, piensa, que el corazón de la mentira.)


Yo sigo, miro, observo. Viajo entre lo peor y los peores consumando este placer de la idiotez y sus comentarios y pensando que el placer culposo tiene dos hielos de culpa y después las diez medidas de placer placer. La vida es también consumo propio y de tiempo. El río del que hablaba Heráclito y el “manantial del que proviene” y toda la bola ¿qué son? Ñam ñam ñam, loco. Apetito burgués, claro, lo ves todo desde ahí, prefigura cualquier concepto que te pongas en Mente. Te felicito, la recalcada concha de tu madre.
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Amar como consumir al otro para que el amor –que nos nutre nos agota nos atemoriza nos excede nos desborda nos intensifica nos paraliza nos acondiciona nos supedita- sea menos que nosotros porque –te dices a ti mismo, oh pequeño burgués- todo es menos que nosotros salvo el tiempo. (¿Qué? ¿Me estoy reitereando?) (¿Qué? ¿Soy cada vez menos temas y cada vez más formas? Mejor. ¿Cada vez menos temas y cada vez más reiterativo? Peor)
La elección de alimentos es, sin duda, de todas las actividades humanas, aquella que cabalga de manera más desconcertante sobre el límite entre la naturaleza y la cultura.


(Mary Douglas, Les structures du culinaire, en Communications, école des hautes étdes en Sc. Sociales, Paris, Francia, 1979 )

Escribir todo seguido hasta que te parezca que si te levantás mañana todo esto morirá. Son las dos de la mañana y comenzó a las 23 hs, algo así. El gobierno nacional ordenó no cortar la luz a los consumidores que no pagan. Los recursos naturales se van a acabar en tres o cuatro generaciones, sino antes.

lunes, 12 de enero de 2009

Maradona por Kusturica


1. Mensajes
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Promedia la película Slumdog Millionaire y yo pensando qué línea quiere bajar su director, Danny Boyle (y qué significa significar). Hago un mínimo repaso: en Trainspotting (1996) nos dijo que los ideales burgueses son mejores y más sanos que la vida dionisíaca; en 28 días después (2003) nos recomendaba comprar armas. En el medio, drogas y zombies.

Slumdog… transcurre en India y es la historia de un participante del programa televisivo “Quieres ser millonario” y su intensa biografía. (Ambos carriles van de la mano torpemente.) Mumbai se presenta como un sitio absolutamente inmoral e ilegal en donde subsisten las multitudes pobres, los pocos grupos de clase media-baja y los ínfimos mafiosos que por la fuerza y el crimen son ricos; luego, multitud de turistas. Entre el primer grupo se encuentran los tres protagonistas, niños de la calle que quedan huérfanos luego de un ataque de musulmanes irracionales y que luego sobreviven cometiendo delitos. India igual cultura de pobreza y crimen; musulmanes igual asesinos irracionales.
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Cito una escena: uno de los niños lleva a unos turistas a ver el mayor lavadero de India y mientras recorren el lugar les vacían el auto. Un policía comienza a golpear salvajemente al niño porque lo supone cómplice del delito. “¿Querían ver un poco de la India real?, pues aquí la tienen”, dice el niño. Los turistas americanos, comprensivos y en paz, recién robados, lo consuelan. “Aquí tienes un poco de la América real, niño” le dice ella, y le dan dinero.
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Ahí estoy yo y me pregunto: ¿qué mierda quiere decir esto? ¿Es una crítica a EEUU por su cultura del dinero o es, más probablemente, una bajada de línea torpe e idiota a favor de la moral occidental? Imagino imaginar a Danny Boile mirando las películas de Kusturica y pensando “pero qué exótica esta pobreza: a filmar una parecida”.
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Aquí comienzo a pensar en los mensajes y en cómo una película de este tipo (con un marcado público, premios en festivales) puede alterar al espectador. Y de qué sirve alterarlo. Y para qué. (Y que quizás mi base ideológica me impida pensar de otra manera y, más, que quizás, en una de esas, una generalización es correcta, cálculo de probabilidades y mirá si en la India la cultura es inferior y en Occidente es superior y qué sabés, la realidad no tiene por qué ser políticamente correcta o siempre o…)
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Nota: cambiar el texto para cambiar el mensaje de los que comentaron, trangrediendo su lógica y su visión: si cambia la realidad todo el tiempo, alguna vez todos tendremos los extremos del racionamiento en onda.

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Vuelvo a Slumdog Millionaire y me entero de que ganó cinco premios Critics' Choice, incluyendo mejor película, mejor director y mejor guionista. Dicen que en los últimos diez años, el 70 % de dichos premios coincidieron con los Oscars. Por mi parte, festejo entonces que el de mejor actor lo haya ganado el genial Sean Penn por la gran actuación de su vida interpretando al activista gay Harvey Milk en el film Milk, de Gus Van Sant. Yo si me pongo en sincero y no la careteo intelectualosamente, me juego por mejor película 2008 a The dark knight, la mejor Batman. O quizás se lo doy a The wackness, escrita y dirigida por Jonathan Levine.  Depende de cómo me acueste la noche anterior (atenti porque se sospecha una revoltija de intelectuales al respecto).
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The dark knight tiene el mismo mensaje que la serie 24: “tratemos de que sea legal y si no… también se hace”. Detrás de esta peligrosa enseñanza hay intertextualidades nietzscheanas, dilemas morales, un protagonista opacado al punto de la invisibilidad por sus secundarios (Ledger, pero también el Fox de Morgan Freeman, y largos etc.) y un guión preciso.
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The wackness es un devaneo acerca de la libertad del placer contrapuesta con las expectativas de los otros y su imposibilidad de concretarse pero también de evadirse. En el medio hay conflicto de amor adolescente, drogas, algo de buddy movie con Ben Kingsley y cierta frescura moral que festejo de pie.
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Todos y todas con su mensajito intertexto superobjeto punto de fuga acerca de algo (uno es especialista en las quintas patas de ningunos gatos), y si la Fiesta del Monstruo es gorila y fascista mal y si tira mensaje positivo bien y el Indio Solari encerrado en su casa ya no puede hablar de nada y de qué querés que te hable, necesitas que te diga algo, qué me quiere decir. Te quiere decir algo y ponés en google mulholland drive + explicación y ahí lo tenès.
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Para meter confusión quise ver Che: El argentino, pero la copia que circula por internet está mal y espero que la suban bien. Y luego –y a eso vamos– veo, hoy, “Maradona by Kusturica”.
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2. Kusturica por Maradona
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El epicentro de la película es el segundo gol que le hace Maradona a Inglaterra en el Mundial de México 86. “Es increíble que el mundo no haya perdido su eje cuando mil millones de personas festejaron ese gol”, dice en off Kusturica, yendo en taxi por General Paz. Maradona por Kusturica puede verse como un doble film en donde tratamos de conocer al primero profundizando en el segundo. Maradona supone para el director una clave que viene desde su primera película: podría ser el héroe de ¿Te acuerdas de Dolly Bell? (Sjećaš li se, Dolly Bell, 1981) Fiorito podría ser Gorica, suburbio de Sarajevo, podría ser Diego quien recita en Papá está en viaje de negocios (Otac na službenom putu. 1985), en el rol del padre, preso por adulterio, y también recitar en Gato negro, gato blanco (Crna mačka, beli mačor, 1998), en el pellejo de un hombre que es el peor enemigo de sí mismo. Además, en el film Kusturica nos dice que hace cine convenciéndose de que sabe acerca de las mujeres y ocupa parte de su film en desentrañar a Claudia Villafañe como factor de salvación del ex jugador y adicto. Pero, y por sobretodo, hay algo que conecta a Maradona con Kusturica y es, para el director, que Diego personifica excelentemente el “espíritu aristocrático”, que él había encontrado en las personas de bajos recursos de su zona. Un espíritu de superación e importancia personal incomparable que surge a partir del sufrimiento de la falta y el sacrificio de alcanzar un imposible. Esto el director se lo adjudica a Maradona al margen de su Genio en el terreno futbolístico, diciendo que de no haber sido ése el escenario sería un revolucionario y ejemplificando con escenas en las cuales Diego y su comitiva se cagan olímpica y aristócratamente en Kusturica y en Manu Chao (y tomando el testimonio de las negativas del jugador a conocer al príncipe Carlos y demás líderes mundiales).
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Detrás de este mensaje, el verde césped como un paraíso y el Mundo exterior como un sitio extraño para un Maradona con abstinencia de cancha. Los Sex Pistols sonando en cada gol y cada gol representando un acto de justicia, un atentado tercermundista hacia el Poder.
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3. Tiempos
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Verla uno es una cosa, porque uno sabe qué escenario viene primero y cuál lo sucede. Otra es la historia de alguien que recibe noticias de Maradona cada cinco, seis, diez años, y se encuentra con esto: un extraño modelo de múltiples y simultáneos Maradonas, gordos, flacos, hiperobesos, barbados, destruídos, ebrios, cantantes, héroes. El viaje en el Tren del Alba junto a Evo Morales y Bonasso, el acto con Hugo Chavez; su paso como conductor televisivo; el regreso como mesías a Nápoli; internado por falopa e hiperobesidad; internado por alcohol; cantando el tema de Rodrigo en primera persona.
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Ahí me vuelve el tema del mensaje. Maradona como un ícono que nos muestra y demuestra, un Lennon argento me digo ¡no! me digo pero Sí. Mostrárselo al Mundo bien y nuestra cultura como razón y etnocentrismo para todos. Críticas a la cultura desde un falso extrañamiento y pensar que Kusturica se comió a Diegote bancándolo a Menem, a Cavallo, no aceptando hijos y al toque pensarse a uno concentrado en su dictatorial liliputiense fascistoide, dándole los superpoderes de la moral a Morbito, emperador morboso del dedo índice. Kusturica entabla otra hipótesis sobre Maradona: éste hacía feliz a la gente, representaba a su modo la justicia, estaba en contra de los poderes y hablaba desde el corazón, por lo cual “tenía asfaltado el camino a la santidad”. Pero Diegote no estaba listo para ser un santo y por eso las drogas.
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Vamos a lo bizarro: Escena 1: Kusturica tomandose cinco o seis Quilmes de ¾ litro en una tanguería, quedándose luego dormido. Escena 2: Exterior, cancha de Argentinos Juniors (estadio Diego Maradona). Un grupo de personas con capacidades diferentes autodenominados “Iglesia Maradoniana” ofrece una boda a una pareja de subnormales y todo concluye con el novio (de gran peinado, muy chabanezco por cierto) gritando psicóticamente. Escena 3: Kusturica embolándose en un vip pedorrísimo del cabaret Cocodrilo con dos minas en bolas mientras en off hace un monólogo por lo menos polémico discutiendo a Jung, Freud, Borges (a quien cita en múltiples ocasiones y todas tiradas de los pelos) y siguen las firmas. Escena 4: Maradona cantando en primera persona el tema de Rodrigo con los Ratones Paranóicos como banda.
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El caos temporal reina la cinta y, mire usted, ya no sé si está bien o mal (guardemos, vayamos guardando, el dedo índice). El mensaje del film es de un socialismo amable y cubano, y como eso es lo más próximo a mi ideal de un gobierno y de una sociedad y de un sistema de salud y de educación, me parece bien. La película transmite un mensaje: la cocaína es mala, el Poder del centro debe discutirse (el apartado de Kusturica acerca del ALCA es interesante) y una persona puede vencer lo que hicieron de él, creándose una moral propia.
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La clase de films que no ganan el Oscar y qué mensaje te dejó el Guernica: ¿el de la justificación?
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No seré yo quien responde. A mí, que se me murió el arte, lo único que me importa es que Kusturica es un amor de persona, un amable y gentil hombre con un talento a la altura de su humildad.

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