
Los resultados, en cuanto a google se refiere, son dispersos: una película con Roth, un mexicano que escribe bien pero que falla en el por qué y un ensayo bastante interesante que arroja frases como ésta: “Solitarios, carnívoros, desesperados. Machos así son buenos candidatos a visitar estómagos femeninos.”; o como ésta: “Morir buscando amor.”. Y otra noticia que da cuenta de otro suceso: “De acuerdo con la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), el llamado Poeta Caníbal descuartizó a las tres mujeres y aparentemente comió parte de sus cuerpos.”
Y la tipografía cambiante y el diseño coral pero nada de mi noticia (y las cursivas que le agregan un acento a la i).
Me pongo más extremista y pongo en google: “canibal + sexo + hombres + gays” y aparece el link sobre un asesino serial de Milwaukee, Jeffrey Dahmer. La crónica tiene momentos de incertidumbre: “Como dato adicional se sabe que la madre tuvo ciertos problemas durante el parto 'como si el cuerpo de la mujer rechazara el maligno producto que venía al mundo'”, o éste otro: “Seguramente desde la niñez comenzó a experimentar las abstractas y complejas fantasías que los asesinos seriales desarrollan”… Lo que se dice concreción periodística.
Pero por fin, luego, llego a puerto deseado: Nuestro señor se llama Armin Meiwes (42), más conocido como "El caníbal de Rotemburgo". Clarín nos expone el aviso que dicho caníbal publicó en Internet: "Busco un hombre bien constituido que quiera ser comido". Sigue: "Se presentaron cuatro, pero sólo uno accedió llegar hasta el final: el también ingeniero Bernd-Jurgen Brandes (41), a quien se comió en 2001” Escucho ahora la 7ma sinfonía de Beethoven y no puedo dejar de resignificar todo esto en algún club de marginados patológicos predestinados y antiestética-éticamente felices, en un reality show montaña mágica de carnes y vísceras y penes y ojos que miran siendo comidos y párpados que se cierran de placer y de dolor y, en fin, el territorio de lo políticamente incorrecto, desmoronándose el edificio-estructura alemán sostenido por esas columnas de post guerra y todos, prolijamente, afeitándose el bigote. Y el final de Beethoven, antropomorfo.
Entre los mails que la policía recopiló en la residencia de Meiwes se descubrió una red caníbal de no menos de 800 miembros en Austria, Suiza y los EEUU. Clarín: “En otros correos, Meiwes bromeaba con Brandes —su víctima— diciendo que el canibalismo era una buena solución para los problemas de superpoblación en el sudeste asiático y China”.

Y el tema de la persona sobreviniendo. Cómo se cuida a una persona. Haciéndola vivir o impidiéndola morir. Es un límite impreciso y con multitud de grises, casi todos negativos. “Pero qué le importa la eternidad de la condena a quien en un segundo ha encontrado la infinitud del goce?”, diría, peligrosamente, Baudelaire (Charles Baudelaire, “El mal vidriero” , El Spleen de París, Bs. As., Losada, 2005, (1868)).
Y si la condena es sólo contra uno mismo y la agresión es no sólo consentida sino buscada, y en un casting de cuatro personas, bueno, déjenme no hacer juicios moralizantes, por lo menos.
Entonces el egocentrismo caníbal de todos. Da lo mismo el deseo o las supuestas bondades que se invente el deseante, y menos aún la felicidad o el cumplimiento del deseo ajeno.
El amor existe, se discutía en un post más abajo. Las voces fueron determinantes.
Existe. Y es voraz. Y amoral.
Y tiene hambre.
Y tiene hambre.