viernes, 8 de octubre de 2010

nuestro Embajador en la realidad

El sacrificio estético es un lugar distinto tomado en otro sentido. Llegar para no abandonar la instancia del deseo, incluso en casos extremos, ah, Yo sin ir más lejos.

“Creo que lo conocés”, le dice la madre, a quien veo por primera vez. “¡No!”, grita Rodrigo Sirio, hijo, corriendo hacia un gordo y abrazandolo. “No se ven desde Estados Unidos”, me aclara la madre cuando la saludo, entrando en la habitaciòn. El abrazo continúa desaforado.

–Pasen a la pieza, estos dos no se ven hace años –me dice la madre, super amable. Con las dos chicas y el colombiano entramos en la cálida pieza del anfitrión. Hay fotos de sonrisas y amabilidad de ser humano desurbanizado humanístico sensible. El que llegó de USA perdió el meñique y el anular del pie derecho, congelados y entumecidos en el frío de Washington, en semanas de vagar homeless, caído en la puerta de los hospitales menos escritos. Una de las chicas, sospechada de alternatividad, se saca el buzo rojo y tiene la mitad del cuerpo tatuado y una remera de Callejeros. La otra es una hippie urbana con todas las letras. El colombiano empieza muy amable, tratando de usted a todos y moviendo sus manitas con sígilo; veinte minutos más tarde, después de tres copas, contará que puede tomarse una lineas de merca alegremente y pide a los gritos presencia femenina; tiene el pecho marcado por una cicatriz gigantesca que es la huella de una operación cardíaca.

Una hora más tarde llega Guille con una guitarra. Ya estamos tocando con cajón peruano y percusiones varias cuando llegan Nacho Random, Carlos Cunnado y una mujer muy bonita a la cual nadie prestará demasiada atención debido al hecho de que estamos mezclando tres noches y esta mujer de ¿treintayalgos? está en un compartimiento mientras los demás vivimos solos en el otro.

–Estuve visitando tu blog –me dice Nacho Random–; está bastaaante descuidado.

Es que no me pasó nada, le digo. Hace un mes y medio que los renglones de twitter de la memoria se llenan de explicaciones para holters que se visten de moño mientras estamos clean clean clean. Clean caja. Estamos en un micro yendo hacia Palermo; un policía discute con otro si subir o no la velocidad cuando uno de nuestros comensales mea contra una pared, aprovechando el viento de cola de la arquitectura a favor del encendido neuronal cannábico.

–Mirá que me tomé el trabajo de ir, puse la dirección… –el que habla es Cunnado. Se ríe. En el otro compartimiento no está, y estoy yo entrando a la habitación. Estoy recargado, medio red label adentro, dos horas hablando con un cantautor de pasado jujeño, cantando tangos los dos, el uso de la acumulación del tiempo; veo un grupo de sombras con inercia de capitalismo. No lo son, pero yo veo esto (o la visión cercana de A: “nadie la amaba como yo”; B: “seguro: el dueño del recuerdo es usted”). Yo soy inflexible; estuve 40 minutos hablando bien de la búsqueda de la verdad por los extremos. De un programa de radio que saque a un judío y a un palestino y les haga la misma pregunta y los coloque en un parlante distinto. Y entro con luces de modem rojo y negro, prendida la señal ethernet, prendido el power, el ADSL. Cómo se ven los mensajes. Vos que sabés de esto. (Dejamos toda la realidad quieta en la noche fractal como segunda manera de mantener el pasado y NO abreviamos la palabra melancólico.)

Música para oídos japoneses, como embajadores en la realidad. “Oo much cum for my busty amateur wife!”, dice la externalización aquí presente. Los drogadictos me caen bien porque privilegian la pulsión de muerte y siempre es más placentero dilear con alguien que quiere que lo recuerden que con alguien que vive en un estado precambrico y se la pasa ostentando valores sexuales diminutos y habla de copulación como evidente ¡evidente! ¡¡evidente!! recontra obvia forma patética de sublimarse sobre otros machos/hembras de la especie, extenderse y encima ¡se cogen a las peores minas!, unidimensionales y amantes de la misoginia. “Generalizar”, le digo a Sirio, “hay que ir por ahí”. El se enoja porque sabe que mi impostura es correrlo por derecha, en guerra con la corrección política. Planteo que mi muy anterior (presocrático, jurásico) e improbable (como el pasado) éxito con chicas de la colectividad judía constituye otro plano de eso que llamamos (en elecciones neoliberales y capitalistas) “síndrome de Estocolmo” que hace que no haya más misoginia que entre el rubro femenino y que (disfrazado de competencia de género por cuestiones genéticas de supervivencia) por eso los judíos se ofenden en demasía (hay quienes, lo jodo a Sirio, desprecian las generalizaciones aun cuando éstas sean del tipo “todos los argentinos son sudamericanos”). Ahí me río por dentro, me atrapa la fractalidad, me río de incorrección, con los cables del holters, con el ecodoppler apretando la esquina izquierda de mi pecho argento, subiendo pesas en una bicicleta fija mientras una milf me toma la presión y me va piboteando el corazón. “¿Las piernas bien?”, me pregunta. Las piernas perfecto, si, si. Eso no lo hace ningún lugar de copas.

El colombiano hace un comentario que tomo como que le están corriendo por izquierda (por la realidad) a un borracho (que encima soy yo). Me ofende por múltiples razones, la principal es que el bufón soy yo. Ahí arranco. Detengan el cuadro fractal de este escenario. Miren bien los ojos de todos. Una pianista no sé si se ríe por dentro, no la miro, sé que siempre se está riendo por dentro, por Estocolmo o por nervios. La hippie urbana, muy inteligente, hace gestos de “uh” por el frío que nos corroe. El colombiano se enoja porque (se queja) “él (Yo) puede hablar mal de todos y nadie puede hablar mal de él (yo)”. Serio es un ejercicio de idemnidad. Cunnado y Random no están en esta noche, los voy a buscar. Cunnado se ríe mefistofélicamente. Ramos se ríe mirando el poniente, mientras viajamos hacia Palermo. La multiplicidad de castas son raras. Yendome a hacer un analisis de sangre me descubro en el lugar al cual caímos con el cantante former-jujeño luego de irnos de lo de Sirio, yo con mi medio litro de red label en feliz sangre. Es ahí: había sol y era ahí. Dos horas de reloj estuvimos en esos lugares en los cuales ahora giramos y giramos y giramos y giramos y giramos. Esperando el colectivo estuvimos, una hora hablando y llega el 71 y resulta que tenía que tomar el que iba en sentido contrario. Así que otra hora para el 71. Salimos hablando, como exiliados de un programa de Zlotowiazsda, yo le decía “estos estuvieron mil horas dejando pasar bondis para pagar sesenta centavos menos”. Manipulo un whisky de ochenta pesos con suerte, sobre la base de mi gravitacional hombría de mal.

El uruguayo sueña a gritos en la pieza de Sirio. Este mantiene una conversación política con luces y cuerpos. Paso el dedo por un estante del baño de Salón Pueyrredón y se llena de una sustancia blanca incaíca. Se la doy a un anticomensal a mi lado. Un hombre pasa tocando una gaita como si fuera un scotch Hendrix. Yo lo prefiero bourbon. Y viene Random; de otra noche, con una campera de cuero y una capucha negra trellewense. Antes estuvo viendo “una de Julia Roberts” en la externalización solid(t)aria del momento de noviar. Sirio no sé. Yo intento un paso de baile descomunal que nos incita al Tao desvariado. El colombiano se despierta a las 18 hs; habla con otra voz y canta eso de que “no hay nada más dificil que vivir sin ti”. Ecodoppler bien, está todo correcto. ¿Ergometría detenida a los 18 minutos? Holters con paro de bondis y twitter analógico. Resonancia correcta. Presion de 14/9, 15/8, 12/8. Variantes de la poesía corporal. El ingreso del tecnocapitalismo en el organismo y los trillones de euros de quien invente un activador del organismo que no pase por el corazón directamente ni se vaya por el hígado. La droga del futuro, con tres generaciones de sodios-killer. Inventarse otro cerebro y otro cuerpo o menos gravedad para tener la piel levantada y las luces prendidas.

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