viernes, 18 de abril de 2008

Luca Prodan, Armenia, Orbis Tertius

Uno. Melancolías de un tiempo peor.

Todo sucede cuando decido que escribiré un nuevo post sólo, sólo, cuando se arregle la computadora y sabiendo que escribiré sobre la noche del 12-04-08. La ejecución de cualquier página, pienso, que sea hoy o mañana, pienso de nuevo, no cambia demasiado: soy casi el mismo siempre y puedo esperar para tipear lo pensado. Especulo y entra entonces el tema de la inspiración. Inspiración, el concepto, implica pensar la vida como regida por un equilibrio de altos y bajos, de ausencias y presencias, de cielos e infiernos. Y también, el hecho de escribir. Su sentido y ser supone dejar grabado, sellado, un pensar. Concresión.
Borges se recordaba perdiendo un texto y escribiendo otro que, encontrado el primero, era igual. Las mismas letras. ¿O, recordando mejor, era Mailer? Mi recuerdo, verán, mis recuerdos, no son los del autor antedicho. Entonces, si no sos un genio, cambia lo que pensás hoy o mañana. Borges sabía cuando dejaba traslucir que no necesitaba la inspiración.
Dije esto para decir que: una parte de este texto (el comienzo de la noche del 12-04-08) la escribí la tarde del 13-04-08; otra parte (ésta uno que usted lee, esta parte mediada y mediante) está siendo redactada hoy, siendo las 20:03 hs. del 15-04-08, tirado en la cama; la tercera parte (final de la noche del 12-04-08 y misceláneas) se escribirá en algún presente cuando la máquina esté arreglada y yo transcriba este texto. Esa parte final será nuestro pasado presente si es que no morimos antes (yo habré muerto en la víspera simbólica; ustedes en alguna más feliz).

Dos. Luca Prodan, te fuiste a curar del alcoholismo a Turquía, shame on you.

La derivación triádica de la noche del sábado me llevó a conclusiones varias. Primero concurrí al Abasto, a una jornada del Bafici, la capital unitaria del snobismo donde, a decir verdad y lejos de desdecires anteriores, me sentí más a gusto que en cualquier otro lugar este año. Asistí a ver la muy interesante y algo mala Luca, de Rodrigo Espina, gratis y al aire libre. Antes del film (más un documental de tv) tocó Andrea Prodan en un set a la vez ameno y provocativo. “¿Es cumbia esto?”, dijeron detrás de mí. (Ahora mismo, junto al speed con whisky suena “Catch”, de The Cure, y todo vuela.)
Hay varias cosas de interés en el film: la información de la vida de Luca antes de arribar, heroinómano, a la Argentina; los amigos heroinómanos de Luca, italianos e ingleses; los amigos de ácido de Luca; Luca hablando en inglés y en italiano, hablando muy bien esos idiomas y uno piensa que qué poco que sabía de castellano, y que quizás con un par de años más, el rock chabón… en fin; también las intervenciones de Sokol (“en esa época no sabía tocar el bajo… bueno, ahora tampoco”); Pettinato hablando a cámara con su barba bipolar; Luca cantando, junto a alucinado hippie trasnochado, “Alabama song”; el comienzo tan The Doors de la película con Luca talking, siempre tan Morrison él cuando es angloparlante; Luca, casi siempre, usando trapos de remeras; Mollo, con look Pedro el Escamozo; la madre de Luca; Luca yendo en bondi a Obras y la gente que le decía "boludo, estamos yendo a tu recital"; todo. Todo es interesante y cuando ves a los escoceses, en alguna campiña europea, tocar “Crua Chan”, yo no puedo y pude menos que abrir los ojos y respirar.
Hubo poco o nulo nivel de faso y creo que tres habremos bebido algo durante la emisión del film. Clima de intelectuales. Ustedes saben cómo son.


Segundo. De ahí partí, por caprichos de un cyber del Abasto, a Olivos, a la casa de un nunca compañero de trabajo (él ingresó cuando a mí ya me había expulsado y nos conocimos por conocidos en común), un muchacho que parecía tranquilo pero que se reveló como un armenio practicante. Él y otro descendente de armenios me hablaron de ciudadanos ejemplares de ese país, a saber: André Agassi, Charles Aznabour, los System of a Down, Cher. Probé un licor de Armenia que era igual a nuestra Mariposa y un White Horse que supongo habrá sobrevivido, no sin desgaste, a un genocidio turco. Esta gente, además, escuchaba Ron Wood. Increíble.
Por supuesto que alguien tan afecto a la tertulia como yo no tardó ni un instante en reivindicar el arrebato genocida de Turquía, esa matanza de musulmanes para pretender el espacio vital. Por suerte no me tomaron en serio y sigo vivo. El armenio practicante se reía y el pasivo también, y con un par de tragos más.
–Nos vamos a un cumpleaños –dijo éste último –, acá a veinte minutos.
El armenio practicante, otrora afro, decidió irse, sobrio, a su vivienda; antes me mostró mapas de Armenia antes y después de los turcos. Nos fuimos en colectivo al cumpleaños, que sucedía en un boliche de Palermo. A ese lugar yo había ido hacía tres años, en ocasión del cumpleaños de otra persona. Ahora había una cola de media cuadra y veinte pesos de ingreso. Decidí, sólo para seguir la condición triádica de este post, seguir viaje a Vicente López, a una casa en donde tenía lugar una reunión


Tercero. Guillermo Parietti, ustedes pueden saberlo o no, es el humorista más famoso y aclamado de Villa Adelina. Tiene, para las artes del humor, un don genético que no se lleva con la cultura; yo recuerdo encontrar un cuaderno mío de primer grado en el cual se me retaba por quedarme a tras de la fila y reirme “de un chiste de Guille”. Guillermo Parietti es, además, el inquilino de un departamente con vista a lo que se supone es el mar pero que es un edificio y él era, en ese momento, el anfitrión de una tertulia rociada en alcoholes.
Hubo debates acerca del conflicto Campo – K y la continua, persistente y desvergonzada infidelidad de uno de los comensales. Ya se debatía en un orden de gritos y risas y de pronto un comensal se bajó, otro comensal se fue en auto a llevar al caído y, cuando estábamos por ir destino a otra casa, con una vista más propicia a las primeras luces del amanecer, Guillermo Parietti, que además de ser humorista y anfitrión es una nena burguesa, decidió quedarse en su casa.
Estuve en el otro edificio, en Olivos, en piso 17 y mirando todo el río y capital federal y toda la costanera y el hotel alojamiento de al lado y la luz penetrando cada poro. Eran las siete de la mañana y ni una gota de alcohol en la vivienda; sólo un refugio rastafari y una pared de vidrio con vista al océano y ni un centímetro de cortina. Fue un rato y ahora que escribo yo, que son las 20.14 hs del 17-04-08, ahora que por ¡¡¡$60!!! arreglaron mi máquina, formateando y poniendo un windows nefasto, ya sin mis películas; ahora que soy el tres que completa la tríada, el terceto de situaciones y ahora que decido y que por ahora no morí, les digo: escribí lo antedicho sólo para justificar mi actual destino. Lo hice por la familia McFly y porque me miraba desde el pasado. Porque, convengamos, ¿para qué hablé de esa noche? No fue muy interesante salvo por un toque de armenios y la reseña, vista gorda mejor, de Luca.
Pero ahora que tomo el mando y decido cuento el


Tres. El final de esa noche,

de esa noche de hace ya casi una semana, fue de una antología que si reviviera Raymor Carver y se mantuviera algo sobrio un par de horas, escribiéndolo, haría magia. Pero yo lo voy a contar tal cual fue y haciendo que usted, jóven lector, complete lo que insinúo, lo que no digo.

El final fue ese yo que era mí persona en ese entonces, luego de tanto tiempo de recorrer y proveer, discutir y absorver, vigilar y castigar, bajando del colectivo, descubriendo que no había gastado un peso en la noche salvo los pasaje en colectivo y comprando una docena de facturas del Abuelo, en la estación de Villa Adelina. Y, ahí con mis facturas y la luz de las ocho, nueve de la mañana, caminar las 8 cuadras que me separaban de mi casa y comerme los cuatro vigilantes, las cuatro medialunas de manteca, las cuatro medialunas de grasa. Comer y caminar. Pisar y pensar con el bolo alimenticio, hijo del ímpetu jamaiquíno y ahí sí, llegar a mi casa, abrir la puerta, jugar con Nunca que me viene a saludar y recordar que esa máquina de mierda se rompió y que andá a saber cuánto te van a cobrar por eso y qué, ¡ah!, tenés que sacar el D.N.I. que perdiste y que buscar el cheque de la empresa, que no podés cobrar y ahí sí, a la cama directo. Ya vendrá un domingo como todos los domingos.
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*: foto de tercero: Guillermo Parietti fumándose una ficha de Jenga.
*2: este sábado a las 18 hs volverá a proyectarse el film Luca de Rodrigo Espina (2008, 90’) gratis en el Pasaje Carlos Gardel entre Anchorena y Jean Jaures, al lado del Shopping Abasto, parada Carlos Gardel, es la estación del Abasto.

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