viernes, 11 de abril de 2008

El comienzo del 2008 y coletazos

Uno.

El ojo avisor estaba a punto.
–Vos no saliste del útero de tu mamá –le dijo–. Sos un inmaduro, estás encerrado, sos depresivo; te encerrás mucho en vos mismo, no tenés decisión propia.
Yo miraba los ojos de Nacho, recibiendo el improvisado veredicto de la grafóloga ante su firma y pensaba: “qué suerte trabajar en estas empresas de mierda”. Todo está desubicado cuando no hay oficio en el trabajo, y eso es la norma y el milagro: no hay ego. Y encima te pagan mal: somos todos mierda. Y eso libera.
Yo he incitado con débiles recursos y esfuerzos a dos filas, en un call center, a tomar whisky de manera casi expuesta. Uno que era cuasi kioskero se ocupó de las Coca-Colas y, hombres y mujeres, todos, se decidieron al placer. Luego beber era cosa de todos los días. Whisky, cerveza, todo. Marihuana, cocaína, pepas. Los explotados tomando el mando de la mecha y recibir llamadas, y llamar. Mejor.
La gente rendida, vive. La resignación de Kierkegaard pero sistémica.
Hay dos momentos de reconocimiento del placer puro. Uno es traicionar y el otro darse por vencido, o sea traicionarse. En los dos hay un rendirse de placer, placer de recaída, de liberación, de éxtasis individual no relacional, de Verdad egocéntrica. Ser, simplemente. Y el fracaso posterior condicionando, potenciando. Y este tipo de trabajos es una frustración esperando liberarse.
La grafóloga, hace unos lustros, vivía de contarle a la gente cómo era. Media hora de curvas de eses, cierres de jotas y ges, vueltas de firma, trazo dejado, trazo circular, etcéteras varios. Cien dólares la consulta y comodidades burguesas a punto. Pero, y sírvase de ejemplo la declamación anterior, le daba culpa. No podía convivir con la culpa. Y decidió cobrar una miseria ($700 - $800) pero vivir tranquila.
Yo le mostré una página de un amigo, escrita en pleno viaje de L.S.D.; quería ver si podía determinar su estado de ser –inefable– y ella, acto seguido, hizo definiciones asombrosas del tipo: a) hay algo que le oculta a la novia (Nota del A: adicción a drogas varias); b) odia a todo el mundo (Nota del A: adicción a drogas varias); c) es muy egocéntrico (Nota del A: adicción a drogas varias). Acertó. Luego, no sin temor, le mostré mi firma.
–Tenés algo espiritual –me dijo. Eso venía en relación a un discurso anti-suprasensible mío minutos antes–... y... mirá esto –una curva hacia atrás al final de la firma–: volvés siempre al pasado.
Guau. Eso sí fue un momento.
–¿En serio? –pregunté automáticamente. ¿Te parece?
Sinceramente, creía que no, que me cagaba en todo y que seguía con mi vida casi como un idiota impermeable al ayer pero ella tenía –y tiene– toda la razón. No puedo cortar definitivamente con nada. Es un tema de una complejidad metafísica y, para mí, hasta aquel momento, desconocido. Reprimido.
El 2008, acaso el año más duro de mi frívola vida hasta el momento, me dio y me da causas y consecuencias para ir rompiendo con todo.
Y eso fue sólo el comienzo.


Dos.

Interior. Cerebro humano. Día de sol, cuatro de la tarde.
Norman Mahllet.– ¿Es posible estar solo en un mundo lleno de gente? Sí. Entonces es posible todo.

Interior. Sala gigante en elegante fiesta. Baila la gente, smoking mediante y vals.
Vos en off. – (Está bien escrito) ¿Espacios secundarios en mí? ¿Realismos de artificio? Nada de nada: todo eso. ¡Gritemos! Esto puede ser real. ¿Encuentran un hilo conductor? En este momento la mano escribe mis labios en la pieza desordenada. La trama, el discurso, dependen de la acción del whisky disparado. ¿Yo dependo de eso? ¿La ontología nihilista depende de eso?

Fundido a placa negra. Se lee: “Hegel construye un gran palacio de ideas y se queda a dormir afuera” (Soren Kierkegaard)


Tres.

Romper creando. A eso iba.
A hacer algo.
Un programa de radio. Este mes.
Pero gente desconocida.
Y hacerlo un mes. De conseguir un espacio y ver luego qué ingredientes arte se mezclan. Pero con seriedad. Con la seriedad del apocalíptico, del rendido, del hombre/mujer, firma en mano, esperando la sentencia.
Mi mail a la izquierda expectante de voluntades sitiadas.

Cuatro.

...una visión sobre el aborto (ahora a las 19.13 p.m.; en cinco minutos, otra).



Maleducado. Word me dice que está bien escrita la palabra. La palabra toda junta. Maleducado.
Pienso, en pasado, que maleducado, la palabra, define la ignorancia del decidor. Del que quiere decir, con la palabra equivocada, “grosero”, “pendenciero”, “improductivo”. Y, en el sentido inferido, casi “librepensador” (en la impermeabilidad de cierta moral o la dedicación a una moral repudiada por tal decidor). Maleducado = librepensador. Pienso que desconocer el significado de “librepensador” es libertarse de las combinaciones del término, dar vuelo al alma de la conciencia evitando su nacimiento. Sin conciencia el hombre se evita una cárcel y un delito anterior; pero sin saberlo. El ser cultural –aún desconociéndolo– subyace de símbolos y artificios. Y es conciencia. Acierta: es mejor experimentar que no darse cuenta. Es mejor la conciencia del sufrir que la no conciencia (por ejemplo: antes y después de la vida).
Una opinión políticamente incorrecta, supongo. Lo lamento.
.
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Cinco.
Frivolidad.
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Por qué los premiados como “mejor compañero” en la primaria devienen garcas.

Un niño es bueno. Lo premian como “mejor compañero”. De ahí en más él ve la aceptación ajena como un logro, no como una situación natural. Ahí entra la ambición. A partir de ahí, él querrá ser querido y privilegiará la política relacional a la relación normal. Como es imposible quedar bien con todos (el secreto del fracaso, dijo Baudelaire), él comenzará a tramar tejidos sociales para continuar y mantener ese logro. Y así esconderá verdades y críticas y cambiará de opinión según el interlocutor. Al develarse algunas mentiras, queda en evidencia y es reconocido: un garca.

Cero.
antes de lo antedicho:

La computadora se rompió. Es todo un dato.
Entonces, escribir indiscriminadamente y luego arrepentirse. Eso es un blog. Y poner un post y borrarlo a los tres días.
Sí. No hay mejores cosas que hacer.

(Y ahí, la idea del programa de radio, cosa mejor para hacer; y comenzar a escribir sobre Nacho y la grafóloga y este bendito dos mil ocho que pesa por sobre nosotros.)

Cortar con todo.
Y barajar. Sabiendo que la partida está, indefectiblemente, perdida.

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