Todo comenzó intentando recordar la dieta diaria de Jean Paul Sartre mientras escribía Crítica de la Razón Dialéctica. Estaba en un capítulo de un libro de biografías filosóficas recopiladas por Tomás Abraham y era algo así como: 1 botella de litro de whisky y/o cerveza, 2 anfetaminas al mediodía para despertarse, 1 litro de café, tocino para desayunar, 2 somníferos por la noche… era eso pero multiplicado por dos como para empezar a hablar y además las drogas que estarán en el secreto a voces como la cocaína, marihuana y demás demases.Pensar entonces consumo como A vs. B o como A › B o como A ‹ B. O como A = B..
El tiempo nos consume y Cortazar la hizo bien:
Cuando las sombras del marco de la ventana se proyectó sobre las cortinas, eran entre las siete y las ocho en punto y entonces me volví a encontrar a compás, escuchando el reloj. Era el del Abuelo y cuando Padre me lo dio dijo, Quentin te entrego el mausoleo de toda esperanza y deseo; casi resulta intolerablemente apropiado que lo utilices para alcanzar el reducto absurdum de toda experiencia humana adaptándolo a tus necesidades del mismo modo que se adaptó a las suyas o a las de su padre. Te lo entrego no para que recuerdes el tiempo, sino para que de vez en cuando lo olvides durante un instante y no agotes tus fuerzas intentando someterlo. Porque nunca se gana una batalla dijo. Ni siquiera se libran. El campo de batalla solamente revela al hombre su propia estupidez y desesperación, y la victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles
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Y todo esto porque le estoy dando al volumen de 3 del Tiempo Perdido de Marcel Proust (612 páginas de lento placer y también de ganas de matar al puto, por sutil e incisivo pero también por sutil e incisivo).
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Cito lo que leí hoy, en el cual habla de la belleza (“una fiesta cuya intención es la generosidad” dijo Borges) como consumo:
La impresión que nos causa una persona y una obra (o una interpretación muy caracterizada es particular. Hemos llevado con nosotros las ideas de “belleza”, “estilo elevado”, “patetismo”, que podríamos, si acaso, abrigar la ilusión de reconocer en la trivialidad de un talento, de un rostro, correctos, pero nuestra inteligencia atenta tiene ante sí la insistencia de una forma, de cuyo equivalente intelectual carece, cuya incógnita debe despejar. Oye un sonido agudo, una entonación extrañamente interrogativa. Se pregunta: “¿Es hermoso? ¿Es admiración lo que siento? ¿Es eso la riqueza del colorido, la nobleza , la fuerza?” Y lo que de nuevo le responde es una voz aguda, un tono curiosamente inquisitivo, la impresión despótica causada por una persona a la que no conocemos, totalmente material, y en la que no se deja espacio vacío alguno para la “amplitud de la interpretación”. Por eso, las obras en verdad hermosas, si las escuchamos sinceramente, son las que más deben decepcionarnos, porque, en el repertorio de nuestras ideas, ninguna hay que corresponda a una impresión individual.
(Marcel Proust, La parte de Guermantes, Ed. DeBolsillo!, Buenos Aires, 2008, pág. 51 –original de Francia 1921; negritas mías.)
Pienso en el acto sexual como de posesión y, mejor, en la masturbación hiperconectada como McDonalds del deseo erótico, adquirido adquirido adquirido, más tetas más culo más pija, más grande más ancho más gorda, más negra más tiempo más dura, más gente más entes más hoy. No sé lo que quiero pero lo quiero ya.Estuve con Kurt Cobain dos días antes de su muerte, porque estábamos de gira con ellos. De hecho, todavía le debo dos gramos de cocaína...–¡¿Cómo?!–Me metí en el micro de gira de ellos y pregunté dónde estaba la cocaína. Me dieron los dos gramos que tenían y empecé a armar rayas. Me tomé una. Le ofrecí a Dave Grohl, me dijo que no. Ok, me tomé otra. Le ofrecí a Pat Smear, no quiso, me tomé otra. Krist Novoselic, no, otra para mí. Los plomos tampoco... ¡Me tomé todo yo! Entonces llegó Kurt preguntando por la merca... “¡Mierda, Kurt, me la tomé toda! Voy a conseguirte más cuando lleguemos a Londres.” Pero, lamentablemente, él nunca llegó.
Consumo como editorial burgués ante la vista gorda propia y ajena, que permite la convivencia. Falta poco, repiten los parlantes. Falta poco. Se viste se compra se vende se aburre: todo tiene un fin remoto y sincero. (Nada más sincero, piensa, que el corazón de la mentira.)La elección de alimentos es, sin duda, de todas las actividades humanas, aquella que cabalga de manera más desconcertante sobre el límite entre la naturaleza y la cultura.
Escribir todo seguido hasta que te parezca que si te levantás mañana todo esto morirá. Son las dos de la mañana y comenzó a las 23 hs, algo así. El gobierno nacional ordenó no cortar la luz a los consumidores que no pagan. Los recursos naturales se van a acabar en tres o cuatro generaciones, sino antes.
