lunes, 4 de junio de 2012

La ideología de Internet #1

1. Bilderberg como el fiscal Stress era


En su Historia de la sexualidad, Michel Foucault hace pie en la diferencia que generó el capitalismo con los códigos estrictos en el trato de la intimidad a diferencia de siglos anteriores. La intimidad se recluyó en las parejas y eso cambiará de nuevo (o ya cambió), volviendo a como fue “toda la vida”, en el estado natural de la humanidad.

Le digo a Marto Santabaya que mi teoría neófita es que twitter es el ingreso del mainstream a internet. De las categorías ajenas. Los que son unos capos allá en la vida ingresan jerarquizados por el escalón seguidores/seguidos. Antes el formato era la horizontalidad. Hasta facebook, que tuvo que mutar de amigos a figuras públicas en algunos casos, para que el Ego se pare sobre el banquito, y el efecto derrame traiga millones de generaciones anteriores a los usuarios hasta el momento (Justin Bieber). Y entonces en internet entró la jerarquía y ése es el primer paso de la SOPA, el bloqueo a servidores de almacenamientos y demás. Entró el Mundo exterior, con sus leyes, su orden de preferencia y gloria, su ética. La gravedad, de gravitatorio y de grave, en internet, es que la red, la forma, está supeditandose a las jerarquías ajenas. Twitter comenta la tv mientras la tv reproduce los tweets. Con internet sucede también que pensamos desde el alter ego y la vida nos da un cachetazo de realidad. Y eso es lo hermoso. El extrañamiento de la vida. La realidad en su peso exacto, fuera de las teorías del medio. 

¿Qué tienen en común la cola del primer McDonalds en Rusia, el fracaso de Google+, quemar las camisetas de Tevez del Manchester City y Onda Vaga? El sentimiento de no querer quedarse afuera de no querer entrar. La sinécdoque Onda Vaga. Primero estuvo de moda que te gusten. Luego estuvo de moda que no te gusten. El pionerismo hipster que es nada menos que el lobby feróz de la cultura aspiracional web, con la definición de uno mismo cambiando todo el tiempo. La formación de la personalidad en la conjunción de links ajenos, no muy diferente del escalonamiento snob por consumos culturales o del separamiento de grupos por unión de símbolos.

2. Rockefeller soundsystem


Londres2012 en las futuras profesías net autocumplidas del mundo. Juan Santos se viste de vengador post-apocalíptico navegando por internet en busca de fantasmas internos, siempre encontrables acá nomás. Es un compañero laboral que vive a pocas cuadras, y con quien coincidimos en el viaje de ida y vuelta en el colectivo, en algunas ocasiones.

Me habla de los masones, de sus ritos; de la cantidad de símbolos que dejan penetrar en la cultura popular. De los iluminatti y de sus simbologías transmitidas desde el mainstream pop internacional. De sus enemigos.  De la vacuna para dejar estéril a la humanidad, vendida desde antes como salvadora, a lo –o como ejemplo– la de N1H1 (“no te vacunes, acordate”). De todo. En su discurso, encendido, voraz, inmensamente presente en nuestros encuentros, subyace la creencia en el escepticismo. El descreímiento como una fe superior que contradice la existencia misma de esa lógica. Junta imanes en la pared para potenciar cargas energéticas, mientras edifica pirámides de cinc cargadas con elementos poderosos. Compra de a decenas discos rígidos rotos para usar los imanes. Refiere que poniendo un imán al lado del tanque de gasolina, la carga de iones se reordena y la nafta te dura más tiempo.



Me dice que Theodor Adorno escribió las letras de los Beatles para subvertir desde un canal popular las costumbres occidentales.

–Yo tampoco lo creería si me lo dijeran de mi banda favorita –me dice.
–No es eso, boludo –le digo–… Es por Adorno. Justo Adorno. Es como que me digas que Claudio María Dominguez le escribió las letras de los redondos.

Hace un año me advirtió de las profecías de internet sobre el Juego Olímpico de Londres 2012. Supuestamente habrá en la inauguración un atentado que será el comienzo de la guerra entre EEUU, Rusia y China. Pienso que Julio Grondona es un visionario que enterado de la tanganeta hizo que Argentina no participara en fútbol para salvar la vida de Messi.



Me comenta de un chino que le hace tratamientos quemándole el cuerpo; me habla del Grupo Bilderberg, quien regula un próximo orden mundial y necesita reducir la población; me refiere que está por pegar un contacto para hacer un rito de ayaguasca y peyote; habla de agujeros en los polos denunciados a Google Earth; denuncia el asesinato de comunicadores contra-sistema en EEUU y de campos de concentración con Guantanamo a la cabeza; me dice que la tragedia de Once fue arreglada por el gobierno y por eso un cadaver (hay nombre pero se evita porque usted sabe cómo es esto de la realidad comprometida que bien tiene que seguir ajena a este retrato) se encontró accionando un freno; sostiene que hay una máquina que controla el clima y que generó el terremoto en Chile y en Japón; afirma que con U$S 50.000 se puede construir una nave con motores antigravitatorios.

Vuelvo a pensar luego de mucho tiempo en Lost, que fue pionera del pastiche conspiranoico, que lo hizo mal; su virtud fue ver desde el interlink, y luego de Santos ya pienso en google como lector ideal. También, la conspiranoía de la conspiranoia, gracias Zeitgeist, se me presenta como un foro de post-Lost. En la mitología griega los Dioses caprichosos bardeaban al indefenso humano. El capitalismo es un buen enemigo para quedarnos sentados resignados por su anchura emocional. La hiperconectividad nos devuelve el fin de la intimidad capitalista y es el tiempo. Estar conectados equivale a ir a la ciudad hace dos siglos. La red tiene la forma de la forma.

Juan Santos es el ejemplo del mundo interior. Una persona que no muestra los ases en la primera mano, lo cual es atractivo para cualquier relación. Una vez dentro del círculo, uno se encuentra con la ideología de internet, los resquicios de una libertad extraña y contradictoria cuya puerta es una empresa de telefonía, de cable, o el aire municipal. Un campo de observación en donde todo dejamos registrados y que en su forma se nos presenta como algún grado de libertad. Parravicini dibujó el atentado mientras Nostradamus advierte el terremoto en Italia. Alguna vez, todos, como el reloj roto, tendremos razón.

Chocar con el auto contra una pared todos los días a la medianoche sólo porque te gusta el airbag de almohada.

lunes, 7 de mayo de 2012

San Lorenzo y Dylan sacandole granos a un teclado nogalet


Guille me dice que quiere que pierda el Cuervo, para que se complique su lucha por la permanencia y se dirija a jugar a la categoría B, con la descalificación que ello conlleva. Es un hincha de Boca, que es la Derecha en el deporte, y sus intenciones tienen que ver, por esa diestra condición, con razones individuales.

El fútbol es un falso y meta reparto de gloria y poder que se actualiza constantemente, el cual se mide por variables que poco o nada tienen que ver con la justicia. El gol, un acto poético más parecido a un facaso que a un orgasmo, es un accidente casual o causal, y de su entidad depende poco (aunque se quiera creer lo contrario) la historia o la relación que tenga cada uno con la belleza. 

Cuando se habla de futbol se habla desde una posición de poder, primero; luego se entablan discusiones proto-estéticas o de justicia (al estilo de Carrió: desde el denuncismo matriculado, la resignación por las mafias y su relación con los resultados, etc.). En esa balanza, Boca Juniors es la Derecha. Posee el visto bueno de los medios, quienes quieren ubicarlo en las posiciones más altas por beneficio propio; entabla históricamente las prácticas más chantas que puedan deparar en un triunfo que duela; tiene una estadística arbitral que habla por sí sola; posee una fuerza de choque que sirve de brazo armado y etcéteras que tienen desde la forma del mandato de Mauricio Macri, hasta bemoles de sinécdoque como los festejos de Sofovich, Pergolini y “la mitad más uno” (en el mejor de los casos: vocación de poder). Y la confianza del hincha de Boca recae en cuestiones de historia pero también de potencia de la misma con el cristal capitalista (ahí reside la tragedia que vive el hincha de River, que se descubre sin poder pagar la hipoteca del palacio de cristal del que era dueño). 

Un personaje llamativo que se identifica como Ruben Casla puso hoy ante sus contactos una muestra más del sufrimiento por la agonía que vive San Lorenzo de Almagro. El ser humano necesita la ilusión de control sobre eventos que lo trascienden y el bueno de Ruben lleva un gorro que le trae suerte y va a la cancha a los partidos del campeonato y de la copa argentina. Lo cierto es que salvo que se alteren los átomos en los cuales acontece el partido, nada puede hacer un tercero por el resultado de un partido. No puede cambiarlo, modificarlo, alterarlo. A su condición, el resultado del partido ya ha sido escrito. Ya le cobraron, antes de que vaya a la cancha, un gol inaudito a Colón contra San Lorenzo, un gol que nació pase, sin identidad, y ganó ontología desde la maestría poética del sinverguenzas de Abal. Ya sucedió, también, el gol de Banfield a los cuatro minutos del tiempo suplementario, empatándole el partido a San Lorenzo. Son cosas que sucedieron antes (e independientemente) de que Ruben Casla decida ir a la cancha. Hechos autónomos sobre los cuales no tiene control. Éstos, sin embargo, lo angustian personalmente, porque es su moral la que está en juego por terceros. Cambian sus átomos en un gol de San Lorenzo, pero él no puede alterar lo que suceda con San Lorenzo. Ésto, seguramente, es la agonía. Esta pulsión de muerte escondida en eventos cotidianos, este ateísmo evidente en el caos misticista que tiene entre otras cosas la contratación del gran Ser Humano Caruso Lombardi (yo antes afirmaba que Jesucristo es el Caruso Lombardi de la Historia; hoy podríamos afirmar quizás lo contrario).

Le decía a Aven que había que ir a la cancha a ver al Ciclón, ahora que en mi trabajo me van actualizando la data de su pésimo presente. Ya pasó la campaña nefasta de Asad, ya pasó el esfuerzo trunco de Madelón, y Caruso tiene la mística de la joda. Ir a la cancha, de joda, para salir de joda. Pero Aven no tiene un gran presente. Me dice: “Buscamos la intensidad en otras experiencias porque la del amor es tan infinitamente dolorosa que la eludimos, o la tenemos en plazos cortos, para evitar la unión absoluta del dolor con uno mismo en todos los tiempos posibles del recuerdo, la desesperación”.  

Estamos en un bar a los gritos, luego escapando de un trabajo, luego en mi casa, o en Guerrín, o en una fiesta en Chacarita. Pero nada cambia. Me ilustra una anécdota con su profesor de violín. Este le dice: “Las mujeres desde el principio saben lo que quieren, estabas conviviendo con alguien que no era auténtico. Lo único que podés hacer es disfrutar de los buenos momentos mientras se apegó a vos, luego ya está. Las minas lo primero que hacen es construir el nido, eso les lleva mucho trabajo, y tardan en desintegrarlo. Van a dejar hasta que las prendas fuego, son capaces de seguir hasta que las mates. Tienen la capacidad de cambiar, de adaptarse, de modificarse, el hombre no, yo te puedo obligar a hacer cosas que no quieres, las harás pero vas a sufrir toda la vida, en cambio la mujer puede cambiar, el problema es que luego no saben quiénes son cuando están solas. Lo importante es que vos no cambies, que sigas con el violín, que no se aleja nunca, bueno, más allá del violín lo que quiero decir es que esta actividad es la que te define.”

Tomamos un vino y medio antes de entrar a ver a Bob Dylan en un teatro del centro. Antes varias cervezas. Aven se da vuelta en Guerrín presintiendo fantasmas presentes. Cuando es la hora caminamos esas pocas cuadras y entramos a la fiesta del pasado, al estado de espectación sanlorenzista de todos los domingos, pero ahora es el Tiempo el que se hizo presente, en forma de facazo, no de orgasmo.

Nos mandábamos mensajes de texto con Aven mientras tocaba Dylan en el Gran Rex, o la versión Pato Donald de Bob Dylan haciendo temas de un futuro disco “rockabilly and Dylan”. Yo estaba en el centro del super pullman, fila 6 al medio. Él en la misma fila a diez metros a mi derecha. Vino una vez a mi lugar porque yo había entrado las cervezas compradas en el quiosko de al lado en mi morral, y luego ya hice contacto con quienes me secundaban en aquel hermoso espacio geográfico. Imaginaba que si estallaba afuera una guerra nuclear y pintaba una improvisada cuarentena, aquél era un lindo espacio, por la arquitectura y la gente presente. Me había cruzado abajo a Arnedo, seguramente había más etcéteras etcéteras etcéteras. En un momento, supe iniciar un cántico justo que rezaba “olé, olé, olé, olé, Judas, Judas” que fue repetido con risas por parte del coqueto sector. Dylan vestía el sombrero que tiene el lustrabotas de la calle Florida y caminaba como Munstock en un conocido sketch. 

En un momento voy al baño y confundo una escalera, y entro y estoy en el piso principal, con Dylan a pocos metros. Vuelvo en busqueda de cerveza. Le mando un sms a Aven “es ésta y después Blowing in the wind”. Lo que sigue no merece ningún relato épico.

Cuando estábamos a dos cuadras, entrando a un bar, un grupo de jovenes nos previenen que ahí no había mucha gente. Aven ingresó con más fuerza y yo les dije “acabamos de ver a Dylan, así que peor que eso no puede ser”. 

–¿Ah, si? –me inquirió una joven–, mi hermano dijo que le gustó.
–Charly García, ahora, es un avión al lado de Dylan.

Los jóvenes entendieron perfectamente a qué me refería. En ese mismísimo momento, lunes a las 00 hs, estaba haciendo locuciones para un programa de jazz latinoamericano (@robadoelmar), en FM Mundo Sur, 106.5. Para ese programa me reúno en la casa de Guille a grabar mientras miramos San Lorenzo-All Boys.

Gigliotti no cumplió la ley del ex. Con Guille conjeturamos que la derogó el poder legislativo algunos días atrás. Y cuando Caruso cambió a Gigliotti por Bueno, especulamos que “hay una ley del ex dando vueltas” y que puede recaer en Jonathan Ferrari. Se tilda rápidamente de Topo a Gigliotti, que le robó un gol a Salgueiro y que jugó para All Boys el tiempo que lo dejaron.

San Lorenzo se fue a la B, o se quedó. Hay que ver qué balanzas inclinan qué realidad externa. El clasismo, interno, condenado a extenderse como una metástasis fiel.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Palestina Kosher: Todos nazis

Un poco de amor, de los animales, cuando muramos todos.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Spinetta 2012


Lo primero que pensé cuando informaron el cáncer “en estado terminal” de Spinetta es que el estado circular de las cosas hay que evitarlo. Es una estupidez de metafísica simbólica de mercado, pero se me apareció en el cáncer el final del círculo: el cierre en Velez en donde todas las bandas de su vida se juntaron a poner puntos finales en todos lados, acaso con la salvedad de la puerta abierta de la canción de Van Gogh de los Puentes amarillos. Obviamente estamos hablando de sentidos involucrados a la resignificación constante, o sea de cosas que no existen más allá del lenguaje que las crea. Pero ahora el lenguaje crea –en el sistema de pensamiento popular– sistemas de medicina y de referencias numéricas àlla Wittgenstein y ya todos piensan desde las materialidades del símbolo en cuanto a universos regidos entre otras cosas por el quantum, en donde la existencia se prolonga hasta que no pueda más, o deba más. Es un vicio del periodismo buscar siempre el fondo de lo que vendrá, el tema oculto, la última foto. El periodismo post-mortem comienza antes de la muerte.

En fin. Lo segundo y muy extraño que se me vino a la muerte, ya en ese primer momento de hijaputez de primicia, fue que no sentía pena por él. No me daba lástima que tenga cáncer, no lo veía desprotegido ni frágil. Sí sentía el carácter injusto de que muera alguien que tiene a sus padres vivos, y que se muera posiblemente el músico vivo (qué importancia cobra esa palabra desde que Charly García dejó de escribir canciones) más notable de este país. Pero pensemos en una persona.

Pensemos en una persona que tiene la fortuna de nacer. Y de nacer sin complicaciones económicas. Y que tiene la fortuna de nacer con un gran talento. Y que no trabaja de otra cosa en toda su vida que de lo que le da placer. Que es darle forma a códigos de observación y de intuición, de una manera impresionante, compleja (que lo acerca desde otro plano a músicas populares complejas de la zona, como el tango la bossa nova), personalísima (qué otro deseo para un articulador de sentidos y tonos comunes) y aceptada y respetada por el público y sus pares (el Coro Griego del recital de las Bandas Eternas, elevados en su conjunto por Spinetta a la condición de “genios” en la presentación con posiblemente buena intención pero un sentido de planicie para con esas personalidades tan diferentes).

Esa persona tiene una familia numerosa y feliz. Y transita ámbitos de drogas recreativas sin rendir cadalsos temporales públicos ni eternos privados. Esa persona tiene relaciones con las mujeres más hermosas a las cuales puede acceder y vive un aviso de muerte que lo ubica en un coletazo de despedida (porque sí, hay un arte consagrado a la desesperación de saberse mortales, más allá de intuiciones comunes. La melancolía de Lars von Trier fue antes la búsqueda de control en John Sacramoni cuando enfrenta al cáncer en Los Sopranos, y antes la sombra de Unamuno en personajes contemporáneos, y antes los sistemas de excepción de los demás de Kant, y el epílogo de la locura en Nietzche, y el planteo de la eutanasia en, por ejemplo, el último libro de Houllebecq, y seguirá siendo, la desesperación de la confirmación de la muerte, el aletazo al control que nos propone no saber nuestra muerte pero sí sabernos fatales).

Esa persona se tomó un ácido y fue a parar el tránsito en bolas en Belgrano. Luego se envolvió de varias místicas. Luego se negó la despedidas con nuevos giros de lenguaje. Finalmente murió en paz rodeado de amor.

Todos tenemos fases imprudentes de los demás en nosotros, y cierta fibra que intuye infiernos ajenos, y repartos inmerecidos de gloria o de respeto. Y establecemos en los demás un universo de caos sin tiempo en el cual si hay causa y efectos, éstas no se corresponden entre sí. Y nada vuelve. Y todo ya pasó. Personalmente, considero a Spinetta esa persona que deja las tensiones en pausa. Y creo que su obra fue abismal, si es que algo importa algo, mientras seguimos vivos, ese segundo que ya pasó.

martes, 3 de enero de 2012

el randomplay de la Parca






Zólo Teatro escribe infernalmente en su MURO: "ESTADISTICAMENTE HABLANDO la muerte de Rapoport hace menos probable una muerte cercana de Spinetta. NO ESTOY DICIENDO QUE ÉL LO MANDÓ A MATAR. Es lo que dicen pero JAMÁS lo reproduciría en un foro público."
Un comentarista sagaz pregunta "¿estás hablando del random-play de La Parca?" 


Muevo el teclado y se pierde el sonido, por la conexión deficiente del parlante. Subo audios que alguna vez sirvieron de separadores radiales del programa de Guille hace dos años ahora, un año el pasado 2011 de hace unos días.



Relaciones futuras (el elemento de persistencia según Sigur Violatti)

En el futuro hay viajes temporales y por ende espaciales, pero regulados. El ejemplo lo dan los átomos, el espacio físico. Entonces uno puede ir a un recital que no se llenó en el pasado, ser ahí donde había aire (obviamente se condiciona el espacio, pero no se presentaron grandes inconvenientes). Lo que determina esta práctica, con el conocimiento, es que una banda sabe si triunfará sólo presentándose a su primer recital. Si está absolutamente lleno, es porque esa banda (en Hamburgo, en Lugano) luego será muy grande, y gente utilizó su viaje para verla. Así que todo es un viaje ya iniciado.
 




 
El pluralismo según el espejo

Quiero ser injusta, dice ella cuando habla. Quiero que el gesto hable, afirma no obstante el mitómano, en un gesto que desea último. La búsqueda del trato especial es la del Ego. Una la busca, otro lo encuentra. 




 Memorias de Vronski


cuyo 576

año nuevo

Eso dice un archivo de hace dos años encontrado hoy. Resulta que esta noche también es la última del año y no recuerdo qué sucedía en esa dirección. Sí recuerdo a Rodrigo Sirio pasando el año nuevo solo en un tren rumbo a Tucuman. Siempre me gustó esa imagen, la fraternalidad que imponía con sus desconocidos compañeros de viaje, el hecho de terminar una convensión en un lugar y comenzar otra en otro diferente.
Ahora soy yo el que estoy solo en la noche de año nuevo. Podría estar en el festejo de mis padres, o en el de la familia de mi novia. Pero siempre, de niño, me intrigó la absolución del delirio del año calendario, que sirve para disfrutar nuestra leve existencia con acentos todo el tiempo. Me imaginé en la terraza, con un champagne, casi en bolas, iluminado por los fuegos artificiales






Postal preaborigen


Nos juntamos con Aven en Retiro a las 13.45 hs. El tenía los pasajes en micro ida y vuelta a Tandil, yo tenía las entradas para el recital que daría el Indio Solari al día siguiente.
–¿Trajiste el comprobante de pago al hotel? –le pregunté.
–No pude imprimirlo –me dijo. Así que pasamos por un cyber, imprimimos la imagen escaneada que me había enviado el día que lo pagó. El recibo lo había perdido. Nos quedaba media hora, así que nos sentamos en un bar de por ahí y tomamos una cerveza, luego en otro de ahí bebimos otra de tres cuartos y de repente entramos al micro Condor Estrella en una versión de suite cama o algo así, que es como sacarle a un micro la mitad de los ascientos y hacer que todos estén más cómodos. Eran filas de dos ascientos a la derecha una fila de ascientos individuales. Estábamos al fondo del piso de arriba, con lo cual la máquina del agua y café nos separaban de ese asciento vacío.
–El que se siente ahí va a tener una fiesta –me dice Aven.
–Si, pero, ¿quién viaja solo?
–¡Yo! –responde un hombre que transita los treinta años y que provocó carcajadas en nosotros. Aven ya había sacado el Jack Daniels que tomaríamos en un 95 % en el viaje a Tandil–. Pero allá me espera la banda.
–¿Maestro, usted quiere? –le decimos al desconocido que viajaba solo, mostrándole esa hermosa botella.
–Pensaba empezar cuando llegara, pero veo que empezamos más temprano.
Así que antes de que el micro arranque ya eramos tres personas al fondo tomando whiskey. Dedicamos parte del viaje a escuchar la música de mi celular en random perpetuo: Cartola, Yoko Ono, Flaming Lips, Loquero, Fumuj, Pop Levi, Gogol Bordello, Leaf Hound, Juana Molina, Motorhead, The Fireman, Riff, Sam Buttera, Thousand Codes, mucho George Harrison, Scott Weilland, Carlos Vives, Almafuerte, Atomic Rooster, Auroramas, Beastie Boys, Elliot Smith, Fantasmagoria. Dedicamos parte del tiempo al mp3 de Aven que tenía Violeta Parra (“mezcla de Syd Barrett y Juana Molina”).
Muy amablemente la tarde fue cayendo mientras se sucedían los mini vasos de Jack Daniels con Agua mineral, Coca Cola Light y agua de la máquina. Comíamos pan lactales con jamón, salame y queso que muy amablemente había llevado Aven. El amigo desconocido se nos rebeló como Mauro y nos contó que llevaba cocaína para su grupo de amigos (“el tercer huevo”, la llamó, por la zona en el cual guardaba la tiza) y que por tal motivo era muy esperado y lo llamaban por teléfono para garantizarle un auto que lo buscaría. Mauro era de Junín y se quejó al igual que nosotros por el recital que dio Solari en dicha ciudad hace pocos meses, en el cual este servidor tuvo que caminar la friolera de veinte kilómetros y hacer como once horas de micro para ver al Pelado este puto. Pero bueno, por eso ahora a Tandil salimos un día antes y volvemos un día después.
La nobleza de nuestro amigo bebible más la esperanza de llegar nos alegraron la tarde noche de viernes. Caminamos desde la terminal hasta el Hotel Francia, aproximadamente unas veinte cuadras, observando las casas extrañas, el clima entre quieto y festivo y la esperanza que reina en el mundo un día viernes. Reconocí desde media cuadra antes el Hotel, por las fotos en internet, y encontramos nuestra habitación muchísimo mejor que lo que esperábamos: tenía tv, tres camas para dos personas, un mini patio, aire acondicionado. Nada mal para un hotel que en las guías de Tandil figuraba como una estrella. 





el Pudor de lo no nombrado

Fuimos a comprar dos cervezas con cosas para la resaca del día siguiente: dos botellas de agua, una botella de Gatorade, y una bolsa de snacks Pep (la vendedora nos avisó que probablemente sea “poca comida para tanta bebida”). De ahí al hotel, a beber cervezas, que despertaron hambre, así que con Aven terminamos decidiendo comer los cuatro sanguches que quedaban, a razón de dos por personas, y comenzamos la noche, cerca de las 21 hs.

De ahí salimos a Tandil, con la idea de conocer los bares. Le preguntamos a los pueblerinos por el centro y nos dijeron “vayan hasta España, de ahí a la derecha, a las cuatro cuadras a la izquierda”. Dicho y hecho, cuando vimos población digna le preguntamos a unos tandilenses cuál sería su destino en caso de estar ahí un día. Dudaban.
–Es que los bares son caretas –me dijo uno de ellos.
Entramos a un barcito parisíno que empezó pasando música modelo y se volcó a la cumbia. Tomamos dos cervezas Stella Artois y salimos. Llegamos a la peatonal, entramos en otro bar y tomamos otra cerveza. De ahí salimos y fuimos a unas mesas que estaban en la calle, que correspondían a un bar que estaba muy adentro. El dueño nos percibió aristócratas y luego de contarnos la historia de la ciudad nos regaló cervezas. A dos cuadras tocaba un grupo de rock de lugareños, hacia el fin de la peatonal. Otra cerveza. Y cuatro cuadras después una ominosa discoteca oficiaba su espíritu de intransigente mediocridad de dedo tocando el extremo. Salimos con un grupo de personas que auguraban la presencia de taxi para pasado mañana. El mismo nos sorprendió comprando un pancho mientras Tandil se reía.

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