miércoles, 18 de diciembre de 2013

Las formas del presente en el futuro

UNO (acerca de la degradación viril de la raza humana yo)


No hay, obviamente, categorías absolutas en cuanto al debate meseta.  “Me gusta el verano” depende como todo de un contexto determinado. “Me gusta Brad Pitt” (¿golpeador, con SIDA, muerto?), “me gusta el invierno” (¿viviendo en la calle?). O sea que uno acepta al verano en su rango de variaciones más o menos felizmente burguesas que incluyen la electricidad. Y hete aquíy a eso ibamos– la base de nuestra concepción, obviamente burguesa, de las cosas, del aquí y ahora, que se modifica generación en generación sumando confort y música para volar, y llevando a la humanidad toda (el pobre de hoy es el cheto del siglo XIX) a un estado de “mantequita” colosal que, a mi modesto entender, es positivo.
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DOS (acerca de por qué soy nazi en verano)


¿Qué me pasa con ese talón de Aquiles al cuadrado que es el corte de luz en la cruda sinceridad del verano?
Recuerdo salir desnudo a la terraza a gritar loco de furia en mi, ponele, sexto día consecutivo de corte de luz como acento de unos treinta grados de noche. Hace cinco años comenzó esta temporada de ayuno energético y la primera vez no fue por la inoperancia gubernamental (porque, posta, hay gente tiene que vérselas con empresas ficticias, coimas monumentales, testaferros, abogados, lobby, prensa, sobres, ¿y cómo querés que les quede tiempo para gobernar?) sino por una puta fase de mierda. O sea que era yo, en el papel del enfermo de mierda y el resto del mundo como villanos invitados cagándose risa con su aire acondicionado (aire que yo, al día de hoy, tampoco tengo).
El hombre, a diferencia del joven (como eufemismo de niño), se construye desde el mañana. A nivel metafórico, de futuro, y a nivel literal (ya sé que la muerte es el manantial formador, pero hablamos aquí de otra cosa). Pensás en resaca, en obligaciones, en reuniones, en consecuencias, y te formás desde allí, desde ese sendero ficticio, hipotético y falso, en un contexto de mediocridad entregada y rendida. El joven vive la realidad falsa, no la posibilidad cierta. Por eso fuimos mejores siendo peores. Pero iba a que, que se te corte la luz, después de cinco veranos seguidos de corte diario, es una depresión no por la ausencia de electricidad hoy –que escribo transpirando frente a las velas, escuchando a Fanstasmagoria en la radio por esa magia llamada celular–, sino por la inercia que esta impericia gubernamental supone en los días posteriores y su desde entonces miedo al corte. Su mañana formador de presente.
Pero está bueno que ahora también le pase a Capital Federal, al querido Roma CABA, porque, por sus reacciones, veo que no estaba tan ido.

TRES (acerca de la inmadurez creciente en el ser humano)


¿Nos gusta más coger minas o alimentar al niño cómodo que sometemos por capricho? La respuesta está en el pasaje a la adultez, ese estado post-mortem que no se define por pulsiones.

CUATRO (acerca de nuestros representantes)


El bigote audaz, ya no inercia de un look anterior flaco que deviene ridiculez de gordo morsa (Lito Nebbia, Jaime Roos, Jorge Asís, etc) sino como rasgo de impunidad, en nuestro brazo armado (de valijas) del gobierno (De Vido, Anibal, Alberto), supone una imposición de principios, un prólogo del “a mí no me importa una mierda, hago lo que me pide la realidad cruda y dura capitalista” que Jaime Duran Barba le hizo afeitar a Mauri Macri y alguien antes a Hadad, para que no se note tanto.

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