lunes, 4 de abril de 2011

para Lainati, hielo e intrascendencias

1. 38 horas entre el 24 y el 26 de marzo del 2011



Tirado en el patio del chino, el jueves 24 de marzo del 2011. Casi me despierto y veo el cielo despejado. Sale el Chino. En las horas sucesivas me despertaré como cinco veces en lugares diferentes, lejos de casa.

Demasiados momentos para ninguna guerra siglo XX1. Corriendo para llegar al tren, caminando hacia la Plaza de Mayo, esquivando las columnas del PO y los inteligentísimos seguidores de Alicia Kirchner que tiraban chasquibùm núclear para llamar la atención (para otro momento el anàlisis de las personas que a la hora de los fuegos de artificio y demás estupideces prefieren el ruido por sobre lo visual) y casi nos quedamos sordos con el vendedor ambulante de cerveza. Sale $20 el litro en plaza de mayo, ahí en el pasto, pero se paga, porque es el precio del mejor bar del mundo, una plaza en donde coincidimos con el Chino y con Guille, el kirchnerismo hoy por hoy cuenta con porcentajes chinos de belleza femenina, son los Babasónicos, los Calamaro de la realpolitik, el agua bendita del hijo del empresario, el lava culpas soundsystem de una generación de bellezas. Ahí enarbolan un discurso monocromo que da cuenta del desfile de comparsas de las agrupaciones políticas, que se agitan para que los etiqueten en alguna foto, la locutora del acto y un soliloquio de nombres propios y los desaparecidos Presente. El Chino me dice “vamonos” y nos sentamos en un rincón. Está llorando, a causa del discurso de la plaza. “¿Querés una cerveza, un abrazo?”, le digo. Un abrazo, me responde, con el cuerpo.

Enfrente otro vendedor me provee cerveza y antes, en medio de la comparsa política, la plaza llena, digo “qué hermoso” y me quedo viendo el stand de Eloisa Cartonera. Les pregunto por autores y me recomiendan libros que ya compré de esa editorial. Me llevo la poesía completa de Fabián Casas y tres libros sueltos, Cucurto, Fogwill, y uno que me recomendó la chica del stand. A su lado, la noble cartonera que ya me había dado Coca Cola un caluroso día de verano de hace dos años me dice “ahí a veinte metros está Cucurto, te lo puede firmar”. Pero nunca llegamos allí, aparece la patria socialista. Ahí vamos al random de veinticuatro horas después, en Boulogne, el primo de Yamila me dice que Cucurto y Casas son un desastre. Me dice “vos antes me dijiste que Bolaño era mejicano”.

–Es mexicano –respondo– aunque haya nacido en Chile, o me vas a decir que Cortazar era belga.

Yamila me dice que en sus viajes por el mundo no encuentra un nivel de debate parecido, la comodidad suiza y todo eso. El primo se va a Senegal, ella a España y al sur de Francia. El me dice que Godard murió, yo le digo que está haciendo una película que se llama Capitalismo.

–Ustedes son todos exitosos en el capitalismo –les digo–, ¿no tienen un blackberry o algùn android con internet para mostrarle que Godard no murió.

El Chino me dice “tenemos que buscar algo a Saavedra”, justo cuando Guille estaba llegando a la Plaza. Nos tomamos el tren, yo ya deambulaba con mis sombras, leía con interés los libros que había comprado minutos antes en la plaza, en el tren Mitre un hippie de buenas intenciones toca la guitarra, le dan dos pesos, un peso, veinte centavos. Yo pongo en la funda de su guitarra el libro “Poeta en New York” de Washington Cucurto. “Gracias, gracias”, me dice con una sonrisa. “Buen finde”.

Me despierto y estoy en Barracas, es viernes. A mi lado duerme Aven. ¿Guille dónde está? Aven baja a comprar fiambres, la heladera está llena de cervezas, son vacaciones en la ciudad. Llamamos a todo el mundo. Los que atienden son interpelados con nimiedades. Con Aven nos reimos de una cuasi pelea la noche anterior, en el bar La Resistencia de San Telmo, en donde un anti-comensal se enojó con Aven porque éste notó que gozaba de un parecido físico a Freddy Mercury.

–¿Qué Mercury? –preguntaba Bombita, con cara de enojado.

Como el episodio de Pappo enojado por comparación con Julio Bocca, concluímos con Aven que el enojo del anti-comensal era producto de la homofobia. Ahí me acordé de Osvaldo Mercury, el político con look de Lito Nebbia. Risas en el panel del diablo. Viene López y tira fuego al fuego. El insólito episodio “Mercury” genera una escalada verbal hermosa. Al final todos abrazados, era obvio. Yo les digo de Aven “nació en Gran Bourg, vivió en Boulogne y ahora vive en Barracas”. La triple B no miente, y puede ser violenta, pero se resignifica en el amor de la insensatez.


Me despierto y está Martyn Bustos, a quien llamamos cariñosamente colifa por un pasado que incluyó internaciones y demás. Se ríe.

–Yo también me desperté hace cinco minutos –me dice Aven– creo que dormimos veinte minutos. Salen Corona de la heladera, Martyn se inclina por Schneider. Loco.

Entre todo eso alter egos de insensatez y psicopateada provistos por internet. También momentos de grabación con Aven en violín y yo en guitarra. “¿Leíste el libro de Sartre que te dejé?”, me pregunta Martyn Bustos. Habla de El ser y la nada y le digo que sí, que partes, pero que hablemos de cosas más importantes, como Gran Hermano. Si leíste el Ulysses de Joyce te cagás en los putos y ves Gran Hermano, que está cada vez peor. Martýn me pone aurículares de su mp4 y escucho en el viaje en el tren Belgrano a Boulogne el genial disco de los Zombies Odessey And Oracle y Tango 4 de García-Aznar. Mientras tanto nos pasamos un cuaderno en donde la gente nos ve dibujar algo y reirnos a carcajadas. Todo el vagón nos mira reirnos y quiere ver el cuaderno. Tratan de ver de qué se ríen esos tres borrachos que van tomando cerveza Corona. Yo trato de que no se vean los dibujos, para que permanezcamos con gracia. La verdad desnuda es que en cada dibujo hay penes en la boca o en el orto, y que los destinatarios de esa cruel saña viril somos nosotros mismos. Es estúpido y genial.

El primo de Yamila se va a Senegal y le digo que se arme un blog, que es algo que ya no sirve para nada. Le cuento que yo estoy terminando un libro pero que no tengo talento. El gen es todo. La óptica del todo verde. Jorgelina me dice que a su cuñado le gustó mi libro y que está en Lanus. Godard no está muerto. Con Aven comemos una picada tradicional en el Bar Británico mientras la gente camina el viernes feriado. Aven sale de su departamento con un cigarrillo de droga y le digo “es una locura que prefieras prender eso en la calle y no acá que no pasa nada”. Es que no pasa nada.

Aven le deja $5 al mozo por pedido propio. Cuando horas más tarde estamos en mi casa salgo y le digo al motorista del delivery “tomá” y le doy dos pesos. Aven ya le había dado propina. Le digo al motorista “es que a él no le tenía fe”. En el bar Británico Aven me dice que el mozo se va a “hacer la América” con los cinco pesos que le dejó. Un tipo está sentado en la puerta del Torcuato Tasso. “¿Qué es esto?”, le pregunto. “Ni idea”, me dice el comensal.

El Chino se olvidó los lentes en casa y la comida queda mucho mejor si le agregás Doritos y Finlandia finas hierbas.


2. Làtigo

Murió el piloto brasileño Gustavo Sondermann, luego de sufrir fractura de cráneo en un accidente en Interlagos. Tenía 29 años.Y lo unico q saben gritar es daaale dale dale bo.. dio mio… Por 7 palos agarro la Kalashnikov y soy Baltimore y te ocupo mucho espacio. Espacio entre las ruinas del Ser y vos preguntando. ¿Cómo sentirás los radicales jóvenes ante la posibilidad de una alianza con LA MEJOR VESTIDA ANOCHE EN LA BODA DE LUISANA? 150 metros de cola en la puerta 14 de La Bombonera, ahora sí,Buenas y Santas camaradas. Bienvenidos a su ghetto. Tiempo de valientes, hace 18 minutos, me gusta que banquen a sus favoritos, así q dejen d arengarme; Chávez dijo que seguirá estatizando medios de producción y hará alianzas con empresas privadas y los Eels cantan a Daniel Johnston y al demonio que no puede dejar de inventarse Baltimore-GustavoSondermann-Kalashnikov-Luisana-Chávez-losEels-DanielJohnston. Gustavo Sondermann tenía 29 años, Indonesia's quake agency issues tsunami warning after 7.1 magnitude quake off central Java. Java para los sudokus del mundo, uníos, hoy cumple 13 años Paris Jackson, cante Daniel, cante, El comienzo de la gala se viene con mucho rock!!! La gente nos cuente de cortes de luz por distintas zonas: ya voy a estar devolviendo todos los shoutout q me dieron los ultimos dias... La noche boca arriba nuevamente y lo encuentro al señor amigo medio transpirado un poco rezagado que se anda comentando por ahí. En la plata no me conocen. Hay que poner sin Marina, lo que supe es que se iba a casar hoy al altar. Gran variedad en el sambódromo a las 19.15 hs, va a estar la noche litoraleña y se cierra el domingo en el fogón del sambódromo.

La elección es indirecta:

3. Un paso que ojo

Esculturas en agua, o el acabado flujo de un continuar detenido y observarlo, una fotito del agua quieta, el festejo del microsegundo, la cámara fija, quince mil megapíxeles para ojos humanos todavía no fabricado. Mientras tanto cientos de escombros en una casa destruída por un terremoto seguido de Tsunami en la ciudad de Seita en Japón. La detención. O como cuando alguien, un intrascendente con aspiraciones de Dios, como todos nosotros, quiere defenderse de algo y dice “tal cosa le pasó a X y, salvando las distancias, sin ánimo de comparar, sabiendo que no le llego a los tobillos” y suelta lo que hizo el mentado Zeus, Lennon, Dylan, Socrates o algún astro caído en diferentes geografías, o lo que dijo, agumentó, escribió o legó esta superestrella random que sale a colación. Un arrebato estúpido de corrección porque en esa cita estás comparando democráticamente a dos seres humanos y después, la discusión, y no perder lugares argumentativos, y escapar del ego. Qué estupidez.

Como si la conciencia arrojada tuviera algún prurito en subirse al tecnocapitalismo para hacer mierda todo.

4. Amor

Todo lo que uno puede pedir es un epílogo. La humanidad se reproduce para eso.



5. Silvio Zen, Monólogo con Dios, Ed. CU, 2011

"Lo que le deseo a la humanidad es entonces una amnesia, un apagado de esta ridiculez moral de la realidad 2.0 porque todo queda, cada paso registrado, y como estamos al comienzo de todo esto –alguien tiene que estarlo– juzgamos lo nuevo, el consumo de la satisfacción de todo deseo de manera urgente, desde la moral que no tenía las fotos de toda tu manzana en bikini en las vacaciones, con un cartel de “yo sí, yo no, yo por acá”. Y entonces, hoy, juzgamos. Está bien, este juicio cambiará en dos generaciones, y quien hoy tiene cinco o diez años ya no va a señalar con el dedo a la petera preadolescente filmada o al contradictorio obsesivo que se la pasa gritando. No, todo será más imbécil y, en las capas medias y altas, feliz. No me vendas que después volverá la familia, porque la familia de los próximos cien, doscientos años, es la que ves hoy: dos padres, o más, dos casas, o más. Y a lo que voy, lo que me jode, es que nosotros tengamos que bancarnos el juicio, los juicios, esta estupida transición en que te echan del trabajo si te ven de joda en internet, y seguimos con la monogamia como si no tuvieramos quince propuestas sexuales por mes. Entonces yo deseo una amnesia ya, un fin de juicio ya. ¿Y cómo se hace eso? ¿Yendo para adelante? No, eso requiere educar demasiados giles, o zarparse demasiado para que el juicio se eleve desde el laberinto y no te rompás las bolas mucho a titulo personal. Lo que hay que hacer es cortar la luz, la electricidad, tomar las centrales hidroeléctricas, saquear y destruir el país si es necesario, pero liberarnos de este redil moral, de esta succión digital que sobrepasa nuestras posibilidades. Vivir sin heladeras y al aire libre, sí, pero que nadie se entere dónde mierda estoy, y que tan taggeable es el aire que respiro."

6. Unión Cívica Radical

Me visto no sé por qué, la esperanza de la humanidad y todo eso. Salir en la radio-los diarios-los satélites, el pan nuestro de cada dìa, y los bits por segundo y la seguridad, y el aerosol que no sale, la tinta eterna de las cpus muertas. Además el joggin está semihúmedo por su convalescencia debajo de la ropa mojada hace días; ropa transpirada por decimoquinta vez y empapada y tirada, expuesta a que se seque sola sin ruido, y el agua que continúa saliendo, no sabemos en qué estado de potabilidad, pero que sigue, separada en botellas y frascos, y limpiandonos a nosotros, y el joggin aquí presente, ex-esquina derecha, al lado del pote gigante para poner ropa sucia, ahora transformado en otro lugar estrella del polvo.

Queda suelto en el cuerpo, mojado, este hermoso pantalón cómodo de algodón húmedo gris, sin marcas ni señales culturales. Afuera dejó de llover y es ponerse a tono. Y el proceso mental que significa la esperanza de pensar que hay alguien que te puede encontrar, alguien que te puede ver, ser arrojado a otra conciencia, sentir la vida. Sentir el peligro incluso, ahí en el algodón de un joggin, esa estupidez de salir, de salir hoy con el paraguas y los diez cuchillos que quedan; cerrar la casa con llave –otro estigma– y esperar que otro conjunto de celulas con pathos actual doble en la esquina de Ader a cuatro cuadras, o que haya una vieja de mierda viva en Avenida de Mayo y Juramento, a cuatro cuadras de la estación, o si voy para el otro lado, para Ballester, que nos crucemos –nosotros– a una niña de cuatro años llorando en la remisería que queda a una cuadra de la estación de Chilavert. Si alguien nos va a ver, nos conviene el jean claro, pero el joggin mojado es Dios impregnado, es nuestro despojo de la esperanza-cábala, y la experiencia de la humedad corporal para salir a caminar porque, claro, vestirse, es un acto de fe; podría salir perfectamente en pelotas, asumirme sin testigo;, ya emprendimos viajes de meses por eso que era Capital Federal, en bicicleta por Panamericana hasta el Centro, la sordidez de los supermercados y su olor a podrido, Corrientes en silencio, el olor de los cadáveres, dormir encerrado en el decimoquinto piso del Pellegrini, en un salón de capacitación del piso de RRHH, en donde hace dos años comimos medialunas mientras nos contaban cómo una bala curva con un espacio puede moler literalmente a una persona y a quien se encuentre a su lado a una distancia de un kilómetro, o sea de acá –ahora que estoy de vuelta quién sabe por qué– a la estación de Villa Adelina o a Korea y sus semipisos de cocaína humedecida.

Primero fue la genética y perder internet. Se guardaban las baterías de las netbooks y los androids y toda esa bola se prendía cada dos días, para aprovechar al máximo. Thunderball de Tom Jones como fin de una era. O Cromañón de Las Manos de Filippi, para hacer un anclaje temporal y geográfico. Y pensar que sí, es acá, y fue acá lo que pasó, mientras pedíamos pizza a $35 y tomábamos cerveza Corona a $21 el precio litro. Después ver paredes de plasma muertas en Barrio Obrero, caminar con las armas que sacamos de la ESMA y del edificio de la Fuerza Naval que queda enfrente del monoambiente de Guille en Libertador al 600 y entrar en las villas, para sacar lo más importante, porque en las supermansiones de San Isidro tenés que ir matando perros a lo bestia y en alguna zafamos del gas ése que se volvió moda a último momento. Y la libertad de una villa vacía, revisarla, encontrar laboratorios sui generis y joggins como el que tengo puesto, más cartas tiradas, electrodomésticos muertos, mucho cadaver en la calle detentando historias de cierre, armas, pocas pero hermosas, armas al pedo, que aprendés a cargar cuando ves alguna manada de las que sobrevivieron porque asaltaron todo lo que quedaron. Cientos de miles de años de domesticación no resisten dos años de guerra.

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