martes, 3 de enero de 2012

el randomplay de la Parca






Zólo Teatro escribe infernalmente en su MURO: "ESTADISTICAMENTE HABLANDO la muerte de Rapoport hace menos probable una muerte cercana de Spinetta. NO ESTOY DICIENDO QUE ÉL LO MANDÓ A MATAR. Es lo que dicen pero JAMÁS lo reproduciría en un foro público."
Un comentarista sagaz pregunta "¿estás hablando del random-play de La Parca?" 


Muevo el teclado y se pierde el sonido, por la conexión deficiente del parlante. Subo audios que alguna vez sirvieron de separadores radiales del programa de Guille hace dos años ahora, un año el pasado 2011 de hace unos días.



Relaciones futuras (el elemento de persistencia según Sigur Violatti)

En el futuro hay viajes temporales y por ende espaciales, pero regulados. El ejemplo lo dan los átomos, el espacio físico. Entonces uno puede ir a un recital que no se llenó en el pasado, ser ahí donde había aire (obviamente se condiciona el espacio, pero no se presentaron grandes inconvenientes). Lo que determina esta práctica, con el conocimiento, es que una banda sabe si triunfará sólo presentándose a su primer recital. Si está absolutamente lleno, es porque esa banda (en Hamburgo, en Lugano) luego será muy grande, y gente utilizó su viaje para verla. Así que todo es un viaje ya iniciado.
 




 
El pluralismo según el espejo

Quiero ser injusta, dice ella cuando habla. Quiero que el gesto hable, afirma no obstante el mitómano, en un gesto que desea último. La búsqueda del trato especial es la del Ego. Una la busca, otro lo encuentra. 




 Memorias de Vronski


cuyo 576

año nuevo

Eso dice un archivo de hace dos años encontrado hoy. Resulta que esta noche también es la última del año y no recuerdo qué sucedía en esa dirección. Sí recuerdo a Rodrigo Sirio pasando el año nuevo solo en un tren rumbo a Tucuman. Siempre me gustó esa imagen, la fraternalidad que imponía con sus desconocidos compañeros de viaje, el hecho de terminar una convensión en un lugar y comenzar otra en otro diferente.
Ahora soy yo el que estoy solo en la noche de año nuevo. Podría estar en el festejo de mis padres, o en el de la familia de mi novia. Pero siempre, de niño, me intrigó la absolución del delirio del año calendario, que sirve para disfrutar nuestra leve existencia con acentos todo el tiempo. Me imaginé en la terraza, con un champagne, casi en bolas, iluminado por los fuegos artificiales






Postal preaborigen


Nos juntamos con Aven en Retiro a las 13.45 hs. El tenía los pasajes en micro ida y vuelta a Tandil, yo tenía las entradas para el recital que daría el Indio Solari al día siguiente.
–¿Trajiste el comprobante de pago al hotel? –le pregunté.
–No pude imprimirlo –me dijo. Así que pasamos por un cyber, imprimimos la imagen escaneada que me había enviado el día que lo pagó. El recibo lo había perdido. Nos quedaba media hora, así que nos sentamos en un bar de por ahí y tomamos una cerveza, luego en otro de ahí bebimos otra de tres cuartos y de repente entramos al micro Condor Estrella en una versión de suite cama o algo así, que es como sacarle a un micro la mitad de los ascientos y hacer que todos estén más cómodos. Eran filas de dos ascientos a la derecha una fila de ascientos individuales. Estábamos al fondo del piso de arriba, con lo cual la máquina del agua y café nos separaban de ese asciento vacío.
–El que se siente ahí va a tener una fiesta –me dice Aven.
–Si, pero, ¿quién viaja solo?
–¡Yo! –responde un hombre que transita los treinta años y que provocó carcajadas en nosotros. Aven ya había sacado el Jack Daniels que tomaríamos en un 95 % en el viaje a Tandil–. Pero allá me espera la banda.
–¿Maestro, usted quiere? –le decimos al desconocido que viajaba solo, mostrándole esa hermosa botella.
–Pensaba empezar cuando llegara, pero veo que empezamos más temprano.
Así que antes de que el micro arranque ya eramos tres personas al fondo tomando whiskey. Dedicamos parte del viaje a escuchar la música de mi celular en random perpetuo: Cartola, Yoko Ono, Flaming Lips, Loquero, Fumuj, Pop Levi, Gogol Bordello, Leaf Hound, Juana Molina, Motorhead, The Fireman, Riff, Sam Buttera, Thousand Codes, mucho George Harrison, Scott Weilland, Carlos Vives, Almafuerte, Atomic Rooster, Auroramas, Beastie Boys, Elliot Smith, Fantasmagoria. Dedicamos parte del tiempo al mp3 de Aven que tenía Violeta Parra (“mezcla de Syd Barrett y Juana Molina”).
Muy amablemente la tarde fue cayendo mientras se sucedían los mini vasos de Jack Daniels con Agua mineral, Coca Cola Light y agua de la máquina. Comíamos pan lactales con jamón, salame y queso que muy amablemente había llevado Aven. El amigo desconocido se nos rebeló como Mauro y nos contó que llevaba cocaína para su grupo de amigos (“el tercer huevo”, la llamó, por la zona en el cual guardaba la tiza) y que por tal motivo era muy esperado y lo llamaban por teléfono para garantizarle un auto que lo buscaría. Mauro era de Junín y se quejó al igual que nosotros por el recital que dio Solari en dicha ciudad hace pocos meses, en el cual este servidor tuvo que caminar la friolera de veinte kilómetros y hacer como once horas de micro para ver al Pelado este puto. Pero bueno, por eso ahora a Tandil salimos un día antes y volvemos un día después.
La nobleza de nuestro amigo bebible más la esperanza de llegar nos alegraron la tarde noche de viernes. Caminamos desde la terminal hasta el Hotel Francia, aproximadamente unas veinte cuadras, observando las casas extrañas, el clima entre quieto y festivo y la esperanza que reina en el mundo un día viernes. Reconocí desde media cuadra antes el Hotel, por las fotos en internet, y encontramos nuestra habitación muchísimo mejor que lo que esperábamos: tenía tv, tres camas para dos personas, un mini patio, aire acondicionado. Nada mal para un hotel que en las guías de Tandil figuraba como una estrella. 





el Pudor de lo no nombrado

Fuimos a comprar dos cervezas con cosas para la resaca del día siguiente: dos botellas de agua, una botella de Gatorade, y una bolsa de snacks Pep (la vendedora nos avisó que probablemente sea “poca comida para tanta bebida”). De ahí al hotel, a beber cervezas, que despertaron hambre, así que con Aven terminamos decidiendo comer los cuatro sanguches que quedaban, a razón de dos por personas, y comenzamos la noche, cerca de las 21 hs.

De ahí salimos a Tandil, con la idea de conocer los bares. Le preguntamos a los pueblerinos por el centro y nos dijeron “vayan hasta España, de ahí a la derecha, a las cuatro cuadras a la izquierda”. Dicho y hecho, cuando vimos población digna le preguntamos a unos tandilenses cuál sería su destino en caso de estar ahí un día. Dudaban.
–Es que los bares son caretas –me dijo uno de ellos.
Entramos a un barcito parisíno que empezó pasando música modelo y se volcó a la cumbia. Tomamos dos cervezas Stella Artois y salimos. Llegamos a la peatonal, entramos en otro bar y tomamos otra cerveza. De ahí salimos y fuimos a unas mesas que estaban en la calle, que correspondían a un bar que estaba muy adentro. El dueño nos percibió aristócratas y luego de contarnos la historia de la ciudad nos regaló cervezas. A dos cuadras tocaba un grupo de rock de lugareños, hacia el fin de la peatonal. Otra cerveza. Y cuatro cuadras después una ominosa discoteca oficiaba su espíritu de intransigente mediocridad de dedo tocando el extremo. Salimos con un grupo de personas que auguraban la presencia de taxi para pasado mañana. El mismo nos sorprendió comprando un pancho mientras Tandil se reía.

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